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Tribuna:Sydney 2000 BALONCESTOEL ANÁLISIS
Tribuna
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Punto y final de un mito

Suele pasar. Un suceso como el ocurrido frente Angola hace ocho años, en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, permanece más tiempo en la memoria de periodistas y aficionados que en la mente de los jugadores. Se convierte en tema de conversación, sugerente por lo morboso. Nos resulta ideal para tener un atractivo titular, analizar pasado y presente, preguntar a entrenador y jugadores, dotar de dramatismo y tensión a una primera cita que fuera de este detalle histórico no daba para mucho más. Pero supongo que como se han cansado de repetir Lolo Sáinz y sus hombres, ha llovido mucho desde entonces como para tenerlo en cuenta.Y así fue. España salió decidida a demostrar cuanto antes que el mito Angola no iba con ellos. Al final del primer cuarto de partido (19-2) ya nos habían convencido. Ni siquiera cuando tamaña y temprana ventaja provocó una falta de concentración evidente y Angola se colocó a seis puntos, el asunto nunca derivó hacia terrenos donde empieza a jugar la psicología. Se cometieron errores, el porcentaje de tiro no llegaba a unos mímimos exigibles, pero en ningun momento se pudo apreciar que al equipo le temblase el pulso ni que su cabeza viajase al infausto lugar tan recordado en estos últimos días. España manejó el partido a su antojo.

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A la vista de cómo se iban desarrollando los acontecimientos, decidió sacarle el máximo provecho al hecho, sin duda afortunado, de debutar en la competición ante el adversario más flojo. Jugaron todos los que tienen algo que decir, desentumecieron músculos presionando casi todo el partido a lo largo de la cancha, sufrieron lo justito para que fuese algo más que un entrenamiento y dejaron algun que otro detalle para poder elucubrar sobre su futuro.

El juego físico, anárquico y totalmente carente de talento de los jugadores angoleños sólo creó problemas en algunas fases del rebote, donde la movilidad (casi siempre con poco sentido) de los cinco africanos dificultaba una posición estable de los hombres altos debajo de los aros.

Resueltas casi desde el principio las cuestiones principales -la victoria y el supuesto efecto Angola-, el encuentro se convirtió en poco más que una declaración de intenciones (defensa agresiva, vocación de contraataque). Individualmente cabe destacar la confirmación de que las dos joyas, Navarro y Raul López, no han ido a Sydney a llevar las bolsas por su condición de novatos. La verdad es que da gusto observar, por encima del acierto de sus acciones, el desparpajo con el que se emplean en la cancha.

Mañana, ante Canadá, será otra historia, pero no esta mal comenzar enterrando un fantasma, cerrando una herida que si bien no alcanzaba a los jugadores, sí escocía todavía al aficionado. Y en el crucial momento en el que se encuentra el baloncesto, estos asuntos no deben desdeñarse.

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