Las niñas se hacen grandes
Esther Moya, mejor puntuación en salto, ayuda a España a meterse en la final por equipos
Las niñas españolas se hicieron grandes anoche en el Super Dome del Parque Olímpico de Sydney. Esther Moya se coronó ya provisionalmente como la mejor saltadora del mundo al conseguir la nota más alta para la final que se disputará el próximo domingo. Laura Martínez también se metió en esa final, que disputan las ocho mejores con un máximo de dos por país. Esther, además, se clasificó para la de suelo. Y todo ello fue la consecuencia de un gran éxito global, pues el equipo español alcanzó la quinta plaza, lo que le lleva a la final de seis, tras desplazar al anfitrión, Australia, y superar incluso a Estados Unidos, actual campeón olímpico, en una lucha espléndida, pero lamentable una vez más por la manipulación de los jueces. Rusia y Svetlana Khorkina, como se esperaba, dominan ante Rumania, con Andreea Raducan y Simona Amanar (las tres, justamente, las principales rivales de Esther en salto) y China, mientras Ucrania, cuarta, está incluso al alcance de España.Podía preverse una buena actuación de las gimnastas, que fueron séptimas en el último Mundial, pero quizá el varapalo de los chicos o el general que está sufriendo el deporte español hasta ahora en los Juegos no invitaba al optimismo. Menos aún, ante el panorama de competición que se presentaba. Según el sorteo, España, al contrario que los hombres, debía actuar en la última subdivisión, pero rodeada de gimnastas individuales de escaso nivel. Ya habían pasado por los cuatro aparatos los otros 11 equipos y se sabían los resultados, los topes a mejorar para meterse en la final. Pero ésa era la única y relativa ventaja. El inconveniente iba a ser parecido o peor. Las puntuaciones suelen ser algo superiores para los últimos equipos, pero en esta ocasión no fue así. En la gimnasia, como en el patinaje sobre hielo o en los deportes de combate, las decisiones dependen de unas reglas, a fin de cuentas subjetivas. Y suelen favorecer siempre los intereses de los grandes y los que juegan en casa. Esta vez, a Estados Unidos y Australia, quinto y sexto clasificados, cuando sólo faltaba España por competir.
Lo más lamentable es que los problemas se produjeron, siempre sin pruebas y sólo al ver las puntuaciones finales, con la suma de detalles sajones, en dos aparatos: barra de equilibrios y suelo. Donde no había jueces españolas para frenar al resto. Sí había en las paralelas asimétricas y el equipo empezó muy bien. Salvo Marta Cusido, que se cayó en la primera suelta y salió mal (9,050), las notas fueron acorde con los ejercicios: 9,625 de Sara Moro, 9,637 de Esther Moya, 9,650 de Laura Martínez y 9,700 de la mejor, Susana García, que ha quedado como primera reserva para la final. García se perdió, por una lesión de última hora, los Mundiales, donde fue Australia la que apeó a España de la final por apenas tres décimas. Ayer fue tiempo para la revancha.
En la siguiente rotación, en barra, de nada sirvieron los gritos de ánimo de Paloma Moro a Laura Martínez, que hizo un ejercicio para mucho más de 9,250. Los controles estaban puestos ya, más si se tiene en cuenta que, por ejemplo, la australiana Alana Slater había obtenido un 9,387 después de caerse sobre la barra. A Susana la dejaron en 9,000 pelados y sólo se justificaron los 9,175 de Esther, que se cayó. No había juez española en ese aparato.
"Venga, Laura, estira los brazos, estira, no te fíes". Parecía premonitorio, pero por lo extradeportivo. Hasta Jesús Carballo, el veterano y pausado técnico de la selección, se acercó a protestar. Sólo Sara Moro salvó los muebles con un 9,562. El panorama se ponía sombrío y nada más empezar el siguiente aparato de suelo continuó. Esta vez le tocó a Susana García (9,275). Paloma, una bomba en este ejercicio, sí se pasó de vueltas y, además de salirse dos veces del practicable, se cayó en la salida (8,625). Los 9,275 de Sara Moro volvieron a indignar a Carballo, que habló con una juez suramericana. No hubo marcha atrás. Laura Martínez logró 9,612, lo que la colocó 11ª, y Esther Moya explotó con 9,700, quinta mejor nota.
Sólo quedaba el salto, donde las australianas habían tenido una penosa actuación. En ese aparato estaba otra juez española y la calidad de las gimnastas hizo el resto. Cusido volvió a flojear, pero, al descartarse la peor nota de las cinco, no importaba; 9,243 de Sara Moro, 9,437 de Paloma, 9,649 de Laura y el 9,768 de Esther, tras repetir (las mujeres saltan dos veces) su gran salto original -hoy también lo hace una rumana, pero pero- puso el broche de oro a una noche agitada.
Al final, incredulidad, lágrimas y risas nerviosas. Las españolas miraban al techo, donde cuelgan los marcadores, sin creerse lo que habían hecho: clasificarse para la primera final olímpica por equipos de la gimnasia femenina y aspirar a mejorar el quinto puesto de Barcelona.
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