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El pintor Federico Guzmán reivindica la idea del trueque y el reciclaje en su 'Museo de la calle'

Empujando El veloz, un carro de balineras (ruedas de acero), el sevillano Federico Guzmán y tres amigos recorrieron Bogotá (Colombia) transportando trastos y cachivaches que intercambiaban con otras personas en la calle. Así se formó el Colectivo Cambalache, con la idea de crear un museo itinerante y mutante a través del trueque, sin dinero de por medio. Desde esa premisa, Guzmán, pintor y escultor, imparte el taller El veloz-museo de la calle, organizado por la Universidad Internacional de Andalucía. El proyecto se materializará en una caseta del cambalache el día 17 en Sevilla.

Federico Guzmán, artista plástico que ha expuesto en la galería Juana de Aizpuru de Madrid, en salas de Colombia -donde vivió dos años- y Nueva York, entre otras, prepara este proyecto con los alumnos de la UIA, en la sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. El veloz-museo de la calle parte de la idea del trueque. "Recopilamos objetos de cualquier tipo que no se usan, desde ropa a muebles y juguetes, y los cambiamos con gente de la calle por otras cosas. Es una forma de usar el arte como excusa para reciclarlos y darles una utilidad, ya que describen las relaciones humanas y sociales en el contexto en el que se obtiene", explica el artista, que con esta idea del museo mutante reivindica el valor del reciclaje. "Un objeto representa a una persona, una memoria particular. Se trata de cuestionar la cultura del usar y tirar, de lo nuevo y lo obsoleto, la necesidad de renovar las cosas por los imperativos de la moda", añade.Este peculiar museo de la calle, en el que las piezas son distintas según el lugar y los participantes, se ha realizado en Colombia, Eslovenia y Barcelona, y el 17 de septiembre tendrá su concreción en la Alameda de Hércules, en Sevilla, donde se instalará "una caseta del cambalache, que practica la ideología del intercambio no monetario y en la que el valor de las cosas viene dado por las personas que intervienen en la transacción, no por los poderes económicos", aclara.

El veloz será en esta ocasión una metáfora, pues no habrá carrito. "Será como extender una alfombra voladora con la que navegaremos por la Alameda, que fue antiguo cauce del río, una metáfora del flujo de cultura material que cambia de manos". Lo que se recopile en ese "museo mutante", que Guzmán llama así por oposición a las colecciones permanentes de los museos, se expondrá el próximo mes de octubre en la Universidad Nacional de Colombia. Para el artista, lo que define el museo de la calle es su carácter no estático. "Esto es un proceso. Nosotros vamos sembrando y recogemos según el calendario de la naturaleza, no según el tiempo urbano".

El propósito es crear una obra que se haga casi por sí misma. "Cambian los objetos y los autores. Es una idea cuya narración la desarrollan los participantes". Guzmán cree que el cambalache está cobrando fuerza últimamente. "Vuelven a aparecer redes de intercambio de servicios y también en Internet hay experiencias de transacciones sin dinero", indica el pintor, quien considera que este tipo de economías que practican otras culturas puede aportar algo a la sociedad de consumo.

Aunque su actividad principal es la pintura, le interesan las creaciones colectivas. "Me gusta trabajar con la gente en la calle, en talleres como éste, que no suelen estar en los circuitos habituales del arte y que te permiten hacer cosas que solo no podrías", dice. Su próximo taller, Matitas divinas, ya en 2001, ampliará la colección mutante del museo con verduras plantadas en la antigua huerta de los monjes del monasterio de la Cartuja.

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