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Reportaje:

'Broker' de cafetería

A las 10 de la noche llega el momento más importante del día en la cafetería del Hotel Playa San Cristóbal, en Almuñécar (Granada). En ese instante, hora peninsular española, cierra la Bolsa de Nueva York y el camarero, el recepcionista y el dueño del establecimiento se reúnen ante el teletexto para conocer las cotizaciones con la misma pasión que en otros bares cercanos se sigue el partido de fútbol de la jornada. "Si Nueva York estornuda, todas las demás Bolsas se resfrían. Y nuestros pequeños ahorros dependen de su salud", explica con desparpajo Miguel Ángel Ligero.Ligero es el camarero de la cafetería del hotel y el alma del Club Sexitano 2000, un grupo de 18 amigos que, escarmentados con el escaso interés que dan los bancos, han decidido invertir sus ahorros en acciones de empresas que cotizan en Bolsa.

Las prodigiosas ventajas de la globalización han posibilitado que el club pueda ubicar su cuartel general en la cafetería. Allí se reciben a primera hora de la mañana los diarios económicos, se organizan tertulias financieras y Ligero aprovecha los respiros entre despacho de café y caña para seguir las cotizaciones en el monitor instalado frente a la barra que, 24 horas al día, ofrece información bursátil.

Aunque a él no le guste el término, el camarero es el broker del club. Sus compañeros confían ciegamente en su intuición y siguen a rajatabla sus recomendaciones sobre qué valores qué merece la pena comprar y cuándo y el momento oportuno para vender.

La intuición de Ligero no es fruto de la casualidad. Aunque no posee ningún título que acredite sus conocimientos sobre finanzas, el camarero está tan bien informado como cualquier yuppy del parqué. "Todos los días dedico entre seis y siete horas a seguir la evolución de las acciones más rentables. Por la mañana leo los periódicos, en el trabajo sigo las cotizaciones en la cadena especializada Bloomberg y por la noche veo en Internet cómo han cerrado los mercados y leo la opinión de los analistas", relata.

De su entusiasmo por las finanzas se beneficia todo el club. José María Pérez, el dueño del hotel de una estrella, lleva especulando en bolsa más de veinte años y reconoce el ojo clínico de Ligero, que en más de una ocasión le ha ayudado a sacar tajada con las matildes, como en el argot bursátil se conocen los valores de las compañías telefónicas. Manuel González, conserje del hotel, saca también gracias al camarero partido a sus ahorros con los chicharros, las acciones de poco valor.

El resto del club está compuesto por los hijos del dueño del hotel, amigos e, incluso, clientes del establecimiento a los que en su día asesoró Ligero y que hoy continúan confiando en él. "Tenemos italianos y americanos e, incluso, algún economista", explica.

La mayoría no invierte grandes sumas, entre 300.000 pesetas y un millón. Cada cual arriesga lo que quiere y dónde quiere, aunque los socios del club suelen seguir la estrategia común recomendada por Ligero. A final de año, todos ganan. "Aunque yo menos que los demás", lamenta el broker, que recibir asiduamente "regalos" en agradecimiento a su asesoría.

A juicio de Ligero, no es necesario ser rico ni George Soros para especular en Bolsa. "En Europa nos llevan mucha ventaja. Tener los ahorros en el banco es un atraso porque apenas te rinden lo que sube el IPC", opina. Y con una lógica aplastante recomienda un negocio seguro: "Las eléctricas y las telefónicas nunca pierden, porque si alguien no paga la factura le cortan el suministro".

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