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Una noche cargada de dudas en Arrecife

Francisco Peregil

La táctica del policía bueno y el policía malo en los interrogatorios debe seguir dando sus frutos. Incluso cuando los acribillados a preguntas visten el traje de policía. El comisario inquiere: "¿En qué momento golpeó usted al muerto?" Y su ayudante apostilla: "No se ponga nervioso, hemos venido a ayudarle". Esa imagen de película se materializó esta semana en la isla de Lanzarote de la mano de Manuel Reverte Montagut, comisario principal y subdirector de Inspección de Personal y Servicios de Seguridad, enviado desde el Ministerio del Interior junto a un ayudante, que era el que ejercía de bueno, para despejar las sombras que rodean la muerte del ciudadano de Guinea Bissau Antonio Fonseca, que falleció el 20 de mayo en la comisaría de Arrecife.El pasado martes, a primera hora de la mañana, Reverte y su ayudante viajaron al municipio de Tías, a 10 kilómetros de Arrecife, y se sentaron frente al sargento de la Policía Local Domingo Francisco Hernández.

El día anterior, el diario El Mundo publicaba una entrevista con Juan José Hormiga, un delincuente común que aseguró haber asistido a la tortura y muerte de Fonseca después de haber sido detenido por robar un bar de Tías.

Reverte sabía que desde la comisaría se había llamado a la Cruz Roja para que asistieran a Fonseca a las 2.50 horas. También sabía que los voluntarios de esta organización, igualmente interrogados, llamaron a una ambulancia del Servicio de Urgencias Canario a las 3.02. Y sabía además que el doctor Francisco Caravaca certificó la muerte de Fonseca a las 3.34. Así que ya en el despacho del sargento, la pregunta fue: ¿A qué hora se produjo el robo?. Respuesta: A las tres.

Hernández aportó copia de la denuncia. El bar pertenece a su hermana Nieves y el tipo que sorprendió a Hormiga con las manos en la masa no fue otro que Óscar, hermano del sargento de Tías. "Le pregunté que qué hacía ahí", relató Óscar, "y me dijo que era su bar. Cuando me fui derecho a por él, me sacó un cuchillo y escapó". Los agentes de Tías comunicaron la huida de Hormiga a la comisaría de Arrecife a las cinco de la madrugada. A las 5.45 horas fue detenido. Y a las 6.00 le leyeron sus derechos.

Despejada la incógnita de Hormiga, Reverte y su ayudante se centraron en averiguar qué ocurrió desde que los dos policías le pusieron los grilletes a Fonseca hasta que fue introducido en comisaría a rastras. El blanco de las preguntas era los propios agentes del Cuerpo Nacional.

"¿Cómo es que entró ese señor a rastras?", preguntó Reverte. Y alguien contestó que es habitual entre los miembros de la comunidad africana ofrecer resistencia pasiva, al contrario que los ingleses, que patalean hasta que entran en el calabozo. Pero Fonseca murió antes de pisar los calabozos.

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Entonces, ¿a qué hora ingresó Fonseca en comisaría?, preguntó Reverte a los siete agentes que estaban de servicio esa noche. Su pregunta no encontró una respuesta concreta.

En el libro de registro de entradas no aparece la hora en que Fonseca ingresó en comisaría. Los agentes alegan que nada más llegar a Fonseca se le bajó al sótano para tomarle los datos, "como se hace en todas las detenciones". Una vez registrado, los datos se suben a la Inspección de Guardia, se autoriza su ingreso en los calabozos y se le leen sus derechos. Fonseca no los llegó a oír.

Tres policías, los dos que lo detuvieron -que declararán ante el juez el jueves- y el de guardia, se hallaban presentes cuando Fonseca comenzó a dejar de respirar. Mientras el agente de guardia llamaba a la Cruz Roja, los otros dos se marcharon a Urgencias para curarse algunas heridas, consecuencia de la refriega que tuvieron con el detenido.

Además de los tres agentes citados, había uno en la planta superior, otro en la puerta de la comisaría y dos patrullando en la calle. Reverte y su ayudante les interrogaron a ellos y también a los mandos intermedios y a otros de escala básica. Había que averiguar el grado de racismo que podía haber en comisaría.

"Lo que la policía tiene que investigar es quién le dio el golpe". El profesor de Medicina Forense y autor de la segunda autopsia, José Antonio García Andrade, pronunció esa frase el día que Interior designó a Reverte como investigador interno del caso. Reverte volcó todas sus preguntas en el golpe. Sin embargo, todos los agentes negaron llevar la porra esa noche; uno justificó que había denunciado su pérdida cinco meses atrás y otro relató cómo había sido el forcejeo. Parece que el policía bueno y el malo se marcharon a Madrid convencidos de que Fonseca no fue golpeado.

El próximo jueves el forense García Andrade intentará convencer al juez de los contrario, mientras que el autor de la primera autopsia, Casimiro Robayna, tratará de demostrar que a Fonseca no lo mató nadie.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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