"El peligro es que Haider pueda usar el festival para sus intereses"
Mediante la influencia del arte, el director artístico del Festival de Salzburgo, Gérard Mortier, quiere "rescatar" y "convertir" a parte del público conservador que apoya al actual Gobierno austriaco, en el que participa la extrema derecha de Haider, el Partido Liberal (FPÖ). Aunque rechaza tajantemente a este partido "por sus características fascistas, porque impulsa el nacionalismo, no garantiza suficientemente los derechos humanos y se opone a la construcción de una Europa común", el belga Mortier tuvo la precaución de callar sus críticas durante el festival y romper el silencio después del último estreno de la temporada, que acaba hoy.El primer Festival de Salzburgo celebrado bajo el nuevo Gobierno transcurrió con la tranquilidad y el éxito acostumbrado, con 70 conciertos y óperas muy comentadas como Los troyanos de Berlioz, Così fan tutte de Mozart en una puesta en escena del provocador Hans Neuenfels y L'amour de loin de la finlandesa Kaija Saariaho.
Mortier no convirtió a Salzburgo en la plataforma de crítica política que muchos esperaban. Ni siquiera con la presentación de una función titulada Austria mon amour, que se anunciaba el pasado sábado como el máximo acto de protesta pero acabó convertido en un espectáculo de homenaje a la cultura de "esa Austria tan importante para la civilización europea, cuya literatura y música serían impensables sin la libertad del arte". Fueron cuatro horas sin agresividad, con artistas locales leyendo cartas de Mozart, recitando textos de Karl Kraus o Thomas Bernhard y con Sylvain Cambreling dirigiendo piezas musicales de Offenbach, Strauss y Nono.
Gérard Mortier explicó su táctica de crítica constructiva: "La acción del sábado, errónea o no, está dirigida a la población de Salzburgo. No sé si tengo razón, pero creo que hay que intentar recuperar a algunos de los electores que votaron al FPÖ por protesta, no por ser realmente fascistas o neonazis. Creo que es posible rescatar a un 8% de los votantes de Haider".
A principios de año había anunciado que se iría del país si el partido de Haider entraba en el Gobierno. En febrero, cuando ocurrió lo que temía, Mortier anunció su dimisión. Pero volvió a cambiar de opinión y prefirió finalmente no desertar, aunque el titubeo le costara credibilidad sobre todo entre sus adeptos de Francia y Bélgica.
Ahora Mortier dice estar contento de defender su postura en política cultural hasta que venza su contrato el año que viene. Pero hay momentos en que no oculta sus dudas, como cuando reconoce que "aunque hagamos una programación explícitamente antifascista, nuestro gran peligro es que el poder puede aprovechar el festival para sus propios intereses".
A la apertura este año no acudió ningún miembro del Gobierno. Ni siquiera el canciller Wolfgang Shüssel, del Partido Popular, asiduo visitante de Salzburgo. "No vino seguramente porque no lo traté bien", dice Mortier. Pero le preocupa que asistieran a algunos espectáculos altos funcionarios del FPÖ como el ministro de Finanzas Karl-heinz Grasser, la vicecanciller Susanne-Riess Passer y Jörg Haider, que "asistió naturalmente a una ópera de Wagner, Tristán e Isolda". Mortier recuerda que también los nazis aprovecharon el Festival de Salzburgo para sus propios fines propagandísticos en los años 40 y se pregunta "si lo más justo, como Toscanini -que boicotéo el Festival durante el III Reich-, no hubiese sido quedarme en mi primera decisión".
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