La televisión se lleva a los buenos actores
Andrés Amorós asegura que el teatro no puede competir con los medios audiovisuales
El director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), Andrés Amorós, se quejó ayer de la dificultad de retener a los buenos actores en el teatro frente a la competencia económica de la televisión. "Cualquier actor joven español gana en una semana haciendo una tontería en televisión, que además no le supone ningún riesgo, diez veces más de lo que le puede pagar al mes la Compañía Nacional de Teatro Clásico", dijo. Amorós reconoce que el teatro es un lujo que no puede competir en rentabilidad con los medios audiovisuales, por lo que considera necesario recuperar el prestigio social del actor como motor de supervivencia del género dramático. "Hace falta promover una cultura teatral como la que hay en Inglaterra o en Francia, donde el público sabe valorar una buena interpretación porque conoce montajes diferentes de una misma obra". El escritor y catedrático de Literatura, que dirige esta semana un curso de verano de la Universidad Complutense sobre la vigencia del teatro clásico, expuso ayer que para abordar hoy día la adaptación de un clásico sólo hace falta talento, amor y un respeto relativo por la obra, "que no la traicione pero que tampoco llegue a paralizar". A partir de estas tres premisas, Amorós no ve mal que se supriman partes de los textos que puedan despertar "la cólera del espectador sentado". Tampoco es contrario a que se sustituyan palabras ininteligibles para el público, se aligere el ritmo, se hagan montajes innovadores, se modifique el contexto histórico o se utilice un vestuario intemporal. "Si se consigue transmitir al espectador la fuerza del mensaje del autor, ¿qué importa que los actores lleven una camisa del siglo XIV o de hoy?", sentenció. "Los clásicos son nuestros contemporáneos porque nos siguen diciendo cosas que nos afectan". Todos los retoques que se hacen en las obras clásicas se deben justificar, afirmó, en la necesidad de mantener la comunicación entre el actor y el espectador, cuya relación es ahora muy distinta a la que existía en tiempos de Molière o de Shakespeare. Lanzó una recomendación: "El público de ahora ha crecido viendo la televisión, y para comunicarle un mensaje vivo hay que buscar imágenes intensas, con las que conecte". Según Amorós, el teatro nunca será masivo, pero sobrevivirá por "la fuerza incomparable que tiene la comunicación de un espectáculo en vivo".
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