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Entre un juego y la historia

El fútbol en Gibraltar vive marcado por su 'amateurismo' y el centenario conflicto político

Gibraltar, despojando la cabeza de conflictos de soberanía y de alta política, es un lugar que no deja de impactar. Con su estructura de sociedad pequeña, que cuenta con más del doble de sociedades anónimas que habitantes, que a su vez compaginan al hablar el inglés más rancio con el acento gaditano, y que sus calles en plena Andalucía (¡y bajo el sol!) estén llenas de pubs y comercios de indudable sabor británico, le confieren al visitante que cruza la célebre Verja la sensación de haber atravesado una puerta espacio-temporal. En el fútbol pasa lo mismo.Cuando este deporte está atravesando por una fase de voraz comercialización y los equipos hasta cotizan en Bolsa para buscar capital, en La Roca se vive de una manera intensa pero con un delicioso -y prácticamente extinguido en el resto del planeta- amateurismo.

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Deporte por un tubo

Para empezar, hay que hablar de dónde se puede jugar al fútbol en Gibraltar. El tamaño de la colonia británica no da para mucho. En esencia es una roca gigantesca, en la que gran parte de la superficie llana se la llevan las instalaciones militares del Reino Unido. Hay tres campos en todo el territorio.

El primero y más importante es el llamado Victoria Stadium, que cuenta con una grada cubierta y una pequeña tribuna enfrente, y entre las dos apenas podrían albergar 3.000 espectadores. Bajo la tribuna principal están las oficinas, una pista de squash y una cancha de baloncesto. Al ser el único lugar en el que se pueden desarrollar actividades deportivas (se celebran unos 40 partidos semanales de distintas disciplinas), en 1991 se puso una superficie de césped artificial. Actualmente está llena de arena, pero aun así es resbaladiza como una piel de plátano. Además, es el único estadio del mundo en el que se le puede pegar un chupinazo a un reactor de pasajeros en pleno despegue, ya que la pista del aeropuerto está a escasos 200 metros del campo y sólo hay una baja tela metálica.

El segundo campo es una superficie de tierra y piedras situada en pleno centro, rodeado de edificios y una carretera, sin gradas y con unos vestuarios mínimos a su lado. Además, es propiedad del Ministerio de Defensa del Reino Unido. También lo es el tercer campo de fútbol, que está situado en terrenos militares, en el que, según varios jugadores gibraltareños, pasa como con los niños egoístas que eran los dueños del balón en el colegio: si no es contra los militares, no hay partido. Toda la competición la juegan en el Victoria Stadium.

Sobre quién juega, hay que decir que muchísima gente. En concreto, la Gibraltar Football Association tiene alrededor de 2.500 fichas, lo que supone que ni más ni menos que cerca del 10% de sus habitantes está federado.

La competición de seniors está dividida en tres categorías: en la premier juegan seis equipos; en la segunda, 12, y en la tercera, ocho. También hay ligas menores y una femenina con tres equipos.

El campeón de la pasada temporada fue el Glacis United. Tienen su sede social en un bar que no tiene nada de británico, con sillas de plástico, alicatados y tapas de ensaladilla. Dylan Moreno, central del Glacis y de la selección gibraltareña, se toca la barriga (que confiesa que le creció después de unas vacaciones en Caños de Meca) y narra la victoriosa trayectoria del equipo y el tiempo que le arranca a su trabajo como mecánico electricista para entrenar y ser el responsable de un equipo de chavales.

El Glacis, al igual que el Lions o el Manchester United de Gibraltar, saca el dinero para pagar las fichas federativas (20 libras por jugador y 150 por equipo) de los bares y sus tragaperras, la organización de bingos y venta callejera de pasteles. Después de los partidos, se toman unas cervezas en el bar del Victoria Stadium y a seguir trabajando.

Pero en Gibraltar ni este bello y anacrónico amor al juego se puede abstraer de la situación política que rodea a la colonia desde hace tres siglos. En diciembre, la UEFA llevará al tapete, de nuevo, la posible inclusión de Gibraltar entre sus miembros. España la veta y los aficionados llanitos se quejan. El presidente del Glacis, Pedro Berge, jubilado, antiguo taxista y bombero, y 18 veces campeón de liga como entrenador y jugador, se lamenta resignado: "Nosotros no queremos jugar contra el Real Madrid, lo que queremos es algo de dinero y medios o entrenadores para enseñar a estos chavales lo que nosotros no sabemos". En Gibraltar, el conflicto colonial no se lo salta uno ni para jugar.

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