Los matices del silencio
Los dos primeros entremeses de la corrida fueron aptos para considerar los diversos matices del silencio: el primero fue el del silencio aburrido, que desencaja mandíbulas a base de bostezos. La cosa es que Finito se enfrentó con capote y muleta al toro que le correspondió. Lo que es inaudito es que el hombre y el toro crucen sus destinos más de 50 veces y que se aburran las ovejas. Finito prodigó series por ambos lados; igual podría haber seguido hasta ahora, en un inconsecuente monumento a lo insustancial.A Rivera, muy atento en quites toda la tarde, le tocó un inválido. Finalizado el tercio de banderillas, los tres peones se tuvieron que agarrar al rabo a ver si el astado recuperaba una precaria verticalidad. Esta vez, el silencio tapaba la indignación. ¿Qué pinta el presidente?
Montalvo / Finito, Rivera, Uceda
Toros de Montalvo, flojos, el 2º, inválido.Finito de Córdoba: cuatro pinchazos -aviso- y descabello (silencio); medio bajonazo trasero (pitos). Rivera Ordóñez: dos pinchazos y estocada corta perpendicular caída (silencio); pinchazo y estocada caída (ovación y saludos con algunos pitos). Uceda Leal: estocada trasera contraria (oreja); dos pinchazos y estocada desprendida (ovación y saludos). Plaza de Almería, 26 de agosto. 7ª de abono. Menos de tres cuartos de entrada.
Menos mal que los chiqueros guardaban un tercer toro algo más potable: Uceda se encontró en país de ciegos y se sumó al festejo de la quiebra del silencio. Puso voluntad en una larga y empezó a torear de forma un tanto despreocupada, lo que le proporcionó un susto. Se dio cuenta de que el toro era pronto y echaba la cabeza arriba y lo toreó por la derecha en series que fueron ganando a medida que dominaba por bajo. Por la izquierda no hubo cuestión, se adornó toreramente y, si bien no consiguió reposar ni redondear la faena, la tarde se enmendó algo, sin llegar a la algarabía.
El cuarto tenía malas pulgas y se le aplicó el monopuyazo criminal; la cuadrilla sembró el suelo de palitroques y el matador se parapetó en la desconfianza. No pudo disfrutar del silencio.
Rivera recibió al quinto con dos largas cambiadas y una serie de verónicas a pies juntos. El toro quedó algo crudo en el caballo y fueron buenos los doblones de castigo. La embestida era rápida y brusca, tenía bastante que torear. Rivera no trató de dominarlo, pero sí aceptó la pelea y presentó una lidia antigua, sobre los pies, buscando el sitio adecuado para ejecutar la suerte con brevedad, siempre por el pitón derecho. Nunca se arrugó.
Uceda empezó valiente, de rodillas, siguió por derechazos y, cuando cogió la muleta con la izquierda, se acabó el carbón. Y el toro.
El silencio apenas suena, pero el aburrimiento empieza a hacer ruido.
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