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Reportaje:Estampas y postales

La aceitera mágica

Miquel Alberola

De las entrañas de la fábrica de aceites Casanova de Valencia, cuyo esqueleto todavía permanece firme en la Avenida del Puerto, surgió uno de los prodigios que más ha ayudado a sobrellevar el aburrimiento y los efectos de la autarquía española. Con el excedente de esta aceitera, el empresario Manuel Casanova fundó el 15 de marzo de 1932 la Compañía Industrial del Film Español, SA, y desde entonces el nombre CIFESA quedaría tatuado en la memoria colectiva junto al exordio imperial del Himno Regional del maestro José Serrano.En Valencia en ese momento había unas expectativas en el cine mudo que podían desarrollarse industrialmente, y sobre este sustrato se levantó una empresa que buscó el formato de los grandes estudios americanos, con producción en serie, equipos de trabajo estables y formación profesional para configurar un star system ibérico cuyas principales estrellas fueron Imperio Argentina, Aurora Bautista, Miguel Ligero, Alfredo Mayo y Amparo Rivelles.

La primera cinta que produjo y distribuyó esta factoría fue La hermana San Sulpicio, dirigida por Florián Rey en 1934, a la que seguirían un rosario de títulos cargados de connotaciones morales y perfumados con boniato asado, como La verbena de la paloma, Nobleza baturra o Morena Clara. Gracias a estas películas las tardes fueron más amenas para varias generaciones, incluso los inviernos parecieron más cálidos.

Más allá del bálsamo de la dictadura, CIFESA también supuso un estímulo para las inquietudes cinematográficas valencianas. Actores como Ismael Merlo, Vicente Parra, Javier Escrivá o Jorge Mistral, quizá no hubiesen cuajado sin el incentivo de esta factoría de sueños. Lo mismo que los directores Luis Lucia y Ricard Blasco, quienes fueron acogidos por CIFESA ante la difícil situación política que tenían planteada las respectivas familias tras la victoria del general Franco en la guerra civil.

Pero a mediados de los cuarenta, CIFESA entró en crisis en los tiempos de Vicente Casanova por las desmedidas inversiones y los efectos del bloqueo de los aliados, que la habían incluido en la lista negra tras la guerra. La compañía apenas podía conseguir película virgen y distribuir sus películas. Como reacción, abandonó las producciones de bajo presupuesto y centró su esfuerzo en las superproducciones. Sin embargo, ya estaba herida de muerte. El mismo régimen, en una de las contrapartidas para salvarse, acabaría sacrificando las medidas proteccionistas en favor del cine norteamericano.

En 1952 entró en coma y el INI le negó toda ayuda, lo que supuso su desaparición como productora. Desde entonces, todo lo que fue CIFESA está en la sustancia psíquica de aquellas generaciones y entre las sombras interiores y el polvo de la aceitera que propició.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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