Perros
MARTÍ DOMÍNGUEZLa mayor conquista que ha hecho el perro es el hombre. Cuando por las alamedas los vemos arrastrar al amo, y orinar y defecar donde más les place, entendemos que el perro es el auténtico dueño de la situación. Se requiere mucho caracter y una fuerte convicción para educar con éxito a un animal tan cariñoso. Porque en un mundo como éste, en el cual el único lametón sincero que recibimos es el de nuestro perro, ¡cómo coaccionar su micción! El conde de Buffon escribía, en unas sensacionales páginas de su Historia Natural, que el perro toma el tono de la casa en la cual vive, y en las de campo es rústico y salvaje, y en los palacios es altivo y desdeñoso. Eso, sin duda, era cierto en el siglo XVIII, pero en nuestros dias he notado un efecto diferente, y más bien de signo opuesto: a saber, que es el amo el que toma el aire del perro. Conozco a gente a la cual la adquisición de un rottweiller o un bulldog ha cambiado por completo, y la ha transformado de apacible y discreta en pomposa y carnívora; y, en cambio, personas de modos rudos y severos, la llegada a su casa de un yorkshire o de un caniche los ha convertirdo en exquisitos y algo caprichosos. Por eso Maxime du Camp tenía razón cuando afirmaba que lo mejor que hay en el hombre es el perro. Y cada vez más. En definitiva, a menudo sucede que en una familia el perro es el único que sabe lo que le apetece hacer en cada momento. Incluso, si me aprietan, el único que manifiesta y defiende con constancia una cierta personalidad. No es de extrañar, pues, que ante tan avasalladora seguridad, los amos acaben adaptándose al caracter del perro. Lo cual no es que hable precisamente a favor de la especie humana. Y es que cuanto más conozco a los hombres, menos entiendo a los perros.
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