El Tour privado de Joane Somarriba
Nombrarle a la familia Somarriba la expresión hernia discal significa devolverle al túnel del tiempo, al maldito año de 1991, cuando Joane, una de sus hijas, ingresó en una clínica para una rutinaria operación. Algo que en la familia Somarriba compendia una amalgama de expresiones de ira. Una infección complicó las cosas y Joane se acostumbró a la vida de hospital y más tarde a dos máquinas que se convirtieron en la fe y el dolor de lo ocurrido. No podía andar, no podía mover los brazos. Pensar en una bicicleta era poco a mas o menos que una peregrinación a Lourdes. Entonces Joane Somarriba sólo pensaba en recuperar su motricidad para la vida cotidiana, probablemente ligada a la cocina del restaurante familiar. Si acaso, en el exito culinario, jamás en el triunfo ciclista.Cuando ayer alzó los brazos tras cruzar la meta de París debió sentir algo similar a lo que interiorizó cuando dos años después de la operación fracasada se colocaba un dorsal y empuñaba el manillar de una bicicleta. Entonces, en 1993, como ayer, como el año pasado y el anterior, debió sentir el inmenso bienestar de quien ha vencido a la enfermedad y a la medicina al mismo tiempo. La joven desahuciada de 1991 es hoy la mejor ciclista del mundo y la hernia un recuerdo que atormenta a su familia cuando le mentan la bicha y recuerdan todo lo ocurrido.
Ayer, Joane Somarriba pensaba en el pasado reciente y en el inmediato futuro.
El Tour era una apuesta un tanto personal. "El que disputé en 1995 fue una experiencia muy dura porque vine sin preparme y terminar fue un éxito. El año pasado, no pude concluir. este año venía con buena preparación. "Para mi sorpresa, en las primera etapa tenía muy buenas sensaciones y la segunda se trataba exclusivamente de mantenerse".
El futuro se cita en los Juegos Olímpicos de Sydney. "El Giro y el Tour colman mis aspiraciones" afirma Somarriba "pero Sydney es un objetivo bonito. Quiero preparar la contrarreloj porque creo que puedo tener alguna posibilidad de hacer algo grande. Sin embargo se disputan dentro de un mes, que se me va a hacer muy largo porque llevo mucho tiempo a tope y tendré que ir bajando el nivel logicamente. Pero es una prueba que la voy a preparar con cariño". Somarriba también participará en la prueba de ruta (140 kilómetros) pero "ahí dispongo de menos posibilidades porque no tengo la potencia de algunas ciclistas, pero no renuncio a nada, aunque sea una prueba rápida y muy eliminatoria".
Somarriba casi paladea las palabras. Le surgen naturales, sin miramientos y sin precauciones. Desde que en 1993 volvió a montar en bicicleta ha hecho borrón y cuenta nueva empeñada en un renacimiento deportivo al que casi había renunciado hace nueve años.
La segunda decisión más importante de su vida la tomó cuando aceptó la oferta del Alfa Lum y se fue a Italia, uno de los pocos países que favorecen el profesionalismo del ciclismo femenino. En España dificilmente hubiera superado la condición de cicloturista.
Todo comenzó cuando fue capaz de vencer una hernia discal con malos presagios y cuando Fabiana Luperini la tentó para ir a Italia. Ella dijo que no, pero su entorno la convenció para que lo hiciera. Ahora, la alumna ha igualado a la maestra. Luperini y Somarriba son las únicas que han ganado el Giro y el Tour el mismo año. De Luperini lo ha aprendido casi todo. Se entregó a ella en cada carrera, mientras aprendía el oficio, incluso renunciando a victorias parciales por ayudar al triunfo final de su jefa. Y en el fondo pensaba que lo dificil no era ganar, sino soportar la presión de ser líder toda la carrera. Ahora sus apuntes ya son personales y forman parte de su cultura particular. Algo que seguramente aprendió en aquel larguísimo año de recuperación que precedió a su primera victoria: cuando al fin se volvió a subir a una bicicleta. Y no iba a comprar el pan sino a participar en una prueba oficial. Siete años después se ha coronado como la mejor ciclista del mundo.
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