Después de la fiesta, las mangueras
Un equipo de limpieza reforzado devuelve cada mañana la normalidad al barrio de Gràcia tras la juerga nocturna
Calma relativa
Unas 100.000 personas, según las cifras que maneja el distrito de Gràcia, se mueven cada noche por las calles y plazas del barrio a lo largo de los días que dura la fiesta mayor. Un total de 100.000 personas son, para hacerse una idea, las que caben sentadas en un estadio como el Camp Nou. Equivalen también, con toda probabilidad, a otros tantos vasos de plástico, latas, envoltorios varios, colillas y un largo etcétera de desechos que en la mayoría de ocasiones acaban en la vía pública.Por las noches, Gràcia huele a verbena, a comidas populares, a cerveza y a cubata. De buena mañana, huele a residuos y, en muchas calles, a orín, a pesar de que los bares del barrio están obligados a dar libre acceso a sus servicios. Es la cara y la cruz de una fiesta que ha ido creciendo a lo largo de los últimos años. "Esto parece Troya, es el paisaje después de la batalla", dice un panadero de la calle de Astúries. Otra panadera señala al suelo y añade: "¿Ves esto? Pues no es de perro".
Son las siete y media de la mañana y, en efecto, el pavimento se ha convertido en un amasijo de vasos de plástico mezclados con una gran variedad de residuos de diversos orígenes que hace desaconsejable el uso de sandalias. Hace apenas unos minutos que acaban de entrar en acción los trabajadores que complementan el servicio habitual de limpieza en los días que dura la fiesta. Las nueve cuadrillas suman 24 operarios, de acuerdo con la Comisión de Servicios Urbanos y Mantenimiento del Ayuntamiento de Barcelona.
El despliegue, que estará en funcionamiento hasta el martes, incluye, además, un operario armado con un depósito lleno de desinfectante, cuya misión es rociar las zonas utilizadas como mingitorios, y dos servicios de recogida de basura: a las seis de la tarde y a las ocho de la mañana. Desde el distrito aseguran que el coste de los servicios extraordinarios, limpieza y seguridad, es de unos 10 millones de pesetas.
Los nueve equipos de barrido manual y automático y de riego de las calles están de servicio unas seis horas, hasta pasada la una del mediodía. Casi el mismo tiempo que han tardado los 100.000 participantes de la fiesta en dar el aspecto troyano a las calles. Pero la fiesta es la fiesta y a ciertas horas de la madrugada se hace difícil pensar en otra cosa que no sea el presente. "Se lo pasan bien. Todo esto es normal", dice un tolerante quiosquero de la plaza del Diamant, mientras coloca los periódicos un poco antes de las ocho de la mañana. "Pero no sé qué haríamos sin los de la cuadrilla de la limpieza. En hora y media se ventilan toda la plaza", continúa.
Aunque algunos tenderos barren en sus calles, las cuadrillas continúan con su recorrido. Su radio de acción es la isla delimitada por Gran de Gràcia, Bailen, Còrsega y Travessera de Dalt, concentrándose en los espacios engalanados y en las calles y plazas que registran mayor afluencia, como la del Sol. Algunas se aproximan también hasta los aledaños de la plaza de Gal.la Placídia, siguiendo el recorrido de muchos de los que abandonan el barrio en los Ferrocarrils de la Generalitat.Suciedad aparte, la presente edición está resultando, en opinión de Ferran Mascarell, regidor del distrito, "tranquila". Los incidentes más destacables han estado protagonizados por el ruido -sobre todo en la fiesta alternativa de la calle de Perill- y algunos destrozos en las calles. En este apartado, Puigmartí y Torrijos se han llevado la palma. Pero quedan aún dos noches de euforia, con sus respectivas resacas para las calles, curadas a golpe de manguera.
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