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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

No es normal

No es normal que los árboles me ignoren de ese modo, o que las farolas que ayer me sonreían, hoy me den la espalda tan descaradamente. No es normal. Los semáforos se ponen en rojo cuando voy a cruzar; lo hacen a propósito, me he dado cuenta. El gato que hay tras la verja negra ya no maúlla; ahora sólo se me queda mirando fijamente y, cuando vuelvo la cabeza, me saca la lengua. Las palomas se olvidan de las migas y levantan el vuelo cuando me acerco.Como si no tuviera bastante; por si no tuviera bastante, vamos.

El perro maleducado de aquel patio escolar, el que siempre ladra cuando cruzo, ahora lo hace como si le fuera la vida en ello, ladra hasta quedar afónico, hasta quedar sin aliento. Los cristales de esa tiendecita están sucios, los de ésa en la que siempre contemplo mi reflejo; ya sólo veo mi imagen emborronada. La señora del quiosco no sonríe. El hombrecillo de los chicles está de mal humor; la cajera del supermercado, también: he comprado una tableta de chocolate y por poco me la estampa en la cara.

Como si no tuviera bastante. Como si no me doliese.

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La he perdido. Todavía no sé por qué, soy tan cobarde que aún no he querido darme cuenta de que ha sido culpa mía. Pospongo el momento de sacar conclusiones. Huyo de la verdad, que es la suya.

No es normal, ¿verdad?, no es normal ser tan insensato.

Abro las ventanas de par en par. Subo las persianas hasta arriba, descorro las cortinas. Necesito un poco de luz; es sólo mediodía y está todo tan oscuro... Claro, que no hay sol. ¿Cómo va a salir hoy el sol? Me pregunto si saldrá mañana, o si volverá a hacerlo alguna vez.

He sido tan egoísta pretextando siempre mi falta de tiempo, mis ocupaciones, mis citas, mis

asuntos... Cada minuto que transcurre me asfixia; cada minuto me pesa ahora como una losa; cada minuto, cada uno de todos aquellos que antepuse a los suyos. Justa condena, ¿verdad? Suena el teléfono. Si es ella, si fuera ella, si lo fuese, prometo tragarme el orgullo y aceptar la culpa, toda la culpa.

En la garganta tengo atravesada una súplica.-

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