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Los terroristas corsos hacen estallar una bomba en la capital de la isla

La rutina de las bombas contra los edificios públicos parece que vuelve a instalarse en Córcega de la misma manera que se han reiniciado los tiroteos. La noche del sábado al domingo un coche bomba causó, en Ajaccio, daños importantes en una agencia dedicada al desarrollo económico de la isla. Se trata de un edificio que ya había sufrido antes, a lo largo de los últimos 10 años, cuatro atentados.

Concesiones forzadas

En esta oportunidad los daños materiales han sido importantes, ya que han resultado dañadas casas y coches situados en un radio de 70 metros. La explosión destrozó totalmente la primera planta del inmueble. Por el momento, nadie ha reclamado la paternidad del atentado, que es el primero que se realiza contra un edificio público desde la aprobación, el pasado 28 de julio, de las propuestas del Gobierno socialista para la autonomía de la isla, entre las que figura una cierta capacidad legislativa que permitirá convalidar algunas normas sin pasar por el Parlamento de París.

"Algo bueno"

Si entre el mes de diciembre y hasta finales de julio las armas y la violencia habían cedido, en Córcega, su protagonismo a la palabra, el voto favorable -44 afirmativos sobre un total de 51- dado por la Asamblea Regional al Plan Jospin para ampliar la autonomía insular parece haber despertado las ambiciones y la cólera de no se sabe quién. Detrás de los asesinatos -cuatro muertos el sábado 6 de agosto, dos más el lunes día 8-, al igual que tras el coche bomba de Ajaccio, tanto pueden estar alguno o algunos de los numerosos ejércitos clandestinos como bandas de naturaleza mafiosa.

Los primeros buscarían recordar que las "concesiones del Estado" han sido obtenidas gracias a la fuerza, tal y como repite con insistencia Jean-Guy Talamoni, portavoz del movimiento nacionalista legal Corsica Nazione. Los segundos tienen todo el interés en frenar la pacificación de la isla para así seguir imperando sobre buena parte de su economía, ya sea el sector inmobiliario, los casinos, los tráficos clandestinos -armas y drogas- o la extorsión.El retorno de la violencia pone en un aprieto al Gobierno de Jospin, que había hecho de la "paz civil duradera" la condición sine qua non de cualquier transferencia de competencias. Los nacionalistas, con razón o no, sinceramente o no, se presentan como principales víctimas de los nuevos atentados, contrarios a sus intereses negociadores.

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Lo cierto es que los distintos ejércitos son cada vez más incontrolables y tienden a la lógica de hacer subir el precio de la paz.

Pero la reanudación de los atentados no sólo incomoda al Ejecutivo. Entre la oposición de derecha, los liberales de Démocratie Libérale -con su líder Alain Madelin y su brazo derecho corso José Rossi- también parecen encontrarse entre la espada y la pared. "No hay alternativa al proceso de autonomía", dice Rossi; mientras Madelin reclama que los mismos criterios descentralizadores aplicados en Córcega sean válidos para la Bretaña, Alsacia, el Rosellón y todas las regiones que lo deseen. Las explosiones y las balas le quitan atractivo a la oferta.

Entre la población insular la iniciativa pacificadora gubernamental es vista "como algo bueno" por un 74%, según las últimas encuestas realizadas. Un 63% se dice, además, "opmista" porque cree que Jospin está poniendo las bases para salir de la dinámica de los tiros, las bombas y el chantaje. Pero el 92% de los encuestados desearía poder manifestarse, a través de una votación, sobre el contenido de los acuerdos. Y ahí surge la sorpresa: los políticos que inspiran más confianza -un 59%- son el comunista Dominique Buchini y el radical de izquierdas Émile Zuccarelli, los dos muy reticentes ante cualquier ampliación de la autonomía corsa, y el menos apreciado entre los 10 que figuran en el sondeo es precisamente el nacionalista Jean-Guy Talamoni.

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