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Inmigrantes europeos

Hace años que se viene constatando el hecho inmigratorio en Europa. La suma de una sociedad desarrollada y avanzada, el aumento de nuevos servicios, además de la carencia de población autóctona y mano de obra necesaria para determinados trabajos, están generando un modelo social europeo que ahora mismo se parece bien poco al que conocieron nuestros padres y antecesores. Aquel que pasee por las calles de cualquier ciudad europea se dará cuenta de la multiplicidad de razas, lenguas y culturas que habitan en esos medios. España, aunque en menor escala, también es destino de cientos de miles de inmigrantes que vienen de países golpeados por la miseria económica, la ausencia de perspectivas vitales o la simple pobreza, y que al llegar aquí realizan trabajos que ya los propios españoles no quieren hacer.Los últimos datos aportados por el secretario de Estado para la Inmigración son bien elocuentes en el caso de Andalucía: la mayoría de las solicitudes de extranjeros para requerir su regularización indicaba como sectores productivos de destino los del trabajo doméstico, la hostelería, la construcción y la agricultura. Ya sabemos, pues, dónde se encuentran hoy los principales sectores sometidos al mercado irregular o clandestino de trabajadores extranjeros. Tras conocer el dato de que Almería es la provincia andaluza con mayor cantidad de solicitudes entregadas (18.880 en total), ¿nos extraña ahora lo que ocurrió en El Ejido hace menos de un año? ¿Dónde estaban registrados aquellos magrebíes que trabajaban en los invernaderos? Y si nos vamos ahora por las playas de Cádiz o Málaga, playas castigadas este verano por el petróleo, ¿podremos garantizar que esos cocineros y camareros hispanoamericanos o marroquíes que sirven las copas en las terrazas están registrados en algún mercado laboral? ¿Cuentan algo en las estadísticas del crecimiento del ministro Rato?

La cohesión europea también es incorporar al extranjero. La inmigración no es una plaga, y, por tanto, no puede solucionarse ni desde posturas autoritarias ni desde actitudes de lástima, sino precisamente a través de su integración en la sociedad con todos los derechos como trabajadores y ciudadanos.

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