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LA LIDIAFERIA DE MÁLAGA

Hubo toros

En Málaga, los días en que sopla el viento llamado terral son temibles, no sólo porque el calor aprieta, sino porque los sesos se ablandan y la producción de tonterías sube alarmantemente. Viene esto a cuento de los seculares problemas que traen los trofeos, su confesión y distribución: parece ser éste el elemento que más preocupa al espectador, que no repara en su conducta, un tanto errática, cuando no saca el pañuelo y después grita airadamente al presidente. Tal vez la clave no está en la oreja, sino en gritar, porque luego casi se olvidan del diestro.A los toros les sentó muy bien el terral, estaban todos bien presentados y en punta, dieron buen juego en general y propusieron a los toreros los problemas que deben proponer los toros.

Ortega / Zotoluco, Luguillano, Moreno

Toros de José Ortega, bien presentados, que dieron buen juego en general. El Zotoluco: cinco pinchazos -aviso-, pinchazo hondo caído ladeado (saludos con división de opiniones); tres pinchazos, estocada caída (pitos). David Luguillano: pinchazo, estocada casi entera desprendida, descabello (aplausos con protesta); dos pinchazos, estocada (pitos). José Luis Moreno: estocada caída (petición de oreja y dos vueltas al ruedo); pinchazo, descabello (silencio).Plaza de La Malagueta, 12 de agosto. 4ª de abono. Un tercio de entrada.

Sólo se libró del fracaso José Luis Moreno en el tercero, al que administró dos verónicas y media buenas y un precioso quite por delantales. Empezó la faena con cuatro pases por alto realmente buenos, bien rematados por bajo y con el añadido del pase del desprecio. Las series con la derecha fueron buenas, sometiendo la embestida por bajo, según necesitan estas reses. Por la izquierda no hubo nada, y a la hora de matar, el estoque cayó regular. Dos vueltas al ruedo están bien, muy bien.

En el sexto las dudas no dejaron quietas las zapatillas de Moreno, a pesar de que se le veían deseos de agradar, que nunca llegaron a cristalizar.

Lo del Zotoluco fue un viaje de turismo con fracaso. Dos buenas series con la derecha en el cuarto recordaron al triunfador de otras ferias, irreconocible ayer, porque lo demás, más que malo, fue peor. Pudo ahorrarse el desplazamiento y todos nos habríamos quedado con una mejor imagen del diestro mexicano.

David Luguillano volvía a Málaga después de una mala tarde cuatro o cinco años atrás. La repitió. Con el capote estuvo aperreado y con la muleta se dejó todo lo que el toro tenía. La verdad es que torear, lo que se dice torear, no lo hizo en su primero, y en su segundo, lo que debía haber sido toreo se convirtió en una larga marcha huyendo del toro, que era un toro y no un peluche.

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