Pobre final de fiesta
Un fiasco de novillada. Los tres ilusionados novilleros se estrellaron ante un encierro de Casillón que fue manso, lució hechuras muy disparejas y dio un pobre juego en noche señalada como final de una feria de novilladas que en conjunto ha sido interesante, y en donde han despuntado nuevos valores de la torería. Precisamente, los tres espadas que ayer pisaron el ruedo de Las Ventas con la sana esperanza de ser los triunfadores del certamen. A ver quién era el mejor, el más brillante, torero y valiente. Sin embargo, la empresa, organización o quien fuera el responsable, dejó para esa noche los novillos más deslucidos y menos manejables, a excepción del quinto, que le correspondió a Rafael de Julia, y nos brindó entonces la labor más brillante y templada de cuantas hubo en la malhadada noche de marras.En su primero Rafael de Julia había toreado bien de capa en los lances de saludo, y hecho una faena de muleta por los dos pitones de aceptable técnica, en la que destacó una serie final de naturales, con el estoque utilizado como ayuda, valerosa e incluso honda. Y luego vino la brillante faena del quinto reseñada más arriba. Que por desgracia no fue rematada con la espada tal como se merecía. Y perdió el novillero madrileño las orejas y un triunfo de envergadura.
Casillón / Vilches, De Julia, Marcos
Novillos de Casillón, desigualmente presentados, mansos, de mal juego; 5º, noble; 3º, devuelto por inválido; sobrero, de Julio Casillón, que hizo 6º al correr turno, mansurrón.Luis Vilches: ovación; aviso y ovación. Rafael de Julia: ovación; aviso y vuelta; Leandro Marcos: aviso y silencio; aviso y silencio. Plaza de Las Ventas. 11 de agosto. Nocturna. Tres cuartos de entrada.
Había toreado de capote otra vez bien en las verónicas de saludo Rafael de Julia, sentido y templado. Para después en el tercio de muleta realizar una faena completa, en donde las series de naturales, mandones y de trazo largo, serían la cumbre de su labor, amén de adornarse con variedad y sentimiento. No matar a ley ese novillo como final necesario y justo, es algo más que una lástima.
Luis Vilches se las vio ante el lote de más problemas. En su primero resolvió la cuestión torera a base de colocación adecuada y entrega, ante un novillo que se apagó pronto. Y en su segundo sorteó cortas embestidas y tarascadas con valor y empeño, pero sin librarse de dos fuertes volteretas. Al terminar de torear ese cuarto de la tarde, pasó a la enfermería, en donde se le apreció contusión con hematoma de pronóstico reservado. Sus buenas maneras quedaron diluidas entre el mar de mansedumbre de su lote respectivo.
Leandro Marcos manejó muy mal la espada en sus dos novillos y fue silenciado en ambos. Dibujó naturales sueltos, lances aislados y algún derechazo de empaque, sin cuajar faena, en buena parte por mor de sus mansos novillos. Aunque la espada, en fin, hay que pulirla, así como su técnica correspondiente.
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