No queremos extranjeros
En Venezuela, específicamente en mi ciudad, San Cristóbal (a 900 kilómetros de la capital), crecí manteniendo estrecha relación con españoles que desde hace mucho tiempo habían emigrado a mi país buscando cobijo y un lugar donde surgir. Se trataba de gente agradecida por el trato de nosotros, los venezolanos, para gente de bien y con el ímpetu de aportar a nuestro país ideas emprendedoras y generadoras de empleo. Ésa es la imagen y concepto que tenía antes de venir a vivir a España. Pensaba, antes de decidir realizar mis estudios de Especialización en Derechos Humanos en la Universidad Complutense, que era el pensamiento general de los españoles al acoger en su seno ciudadanos de otras latitudes, tan cercanas a la historia contemporánea del Estado español.Pero, aceptando la ingenuidad propia de quien no conoce mundo, he comprobado que la generalidad de este pensamiento no está incluido en los ciudadanos por el mero hecho de una historia común.
Hoy, aún, me encuentro maravillado con el sinnúmero de posibilidades geográficas, históricas y culturales que ofrece España con sólo vagar por cualquier calle o manteniendo una conversación con cualquier persona sin importar su nivel cultural o tendencia ideológica.
Pero, lamentablemente, el enfrentamiento con algunas personas sin memoria, o con una carga de hostil resentimiento a lo extranjero, hace que por momentos eclipse mi mente abierta al aprendizaje y a la interculturalidad, opacando por segundos las inolvidables experiencias que he vivido gracias a la gente que se parece a la que vive en Venezuela.
Es muy difícil lograr adaptación e integración cuando hay que enfrentarse a un arrendador que da como razón de no alquilar su piso: "Es que no queremos extranjeros", o cuando un señor en el hipermercado pasa de la cola alegando: "Yo sí soy español y usted no", o muchos otros ejemplos vergonzosamente reincidentes. Paralelamente a esto, son mis propios amigos españoles quienes se lamentan y me hacen entender que se trata de un puñado de personas ciegas e ignorantes, y como mejor alegato, existen ellos, mis amigos, a quienes aprecio y me recuerdan a mi país y a mi familia. Pero mi pregunta es: ¿se trata sólo de un puñado?, ¿es ignorancia y ceguera? Yo regresaré a mi país logrando haber estudiado y conocido un poco más, pero esas personas se quedarán aquí, y seguirán llegando extranjeros y seguirán partiendo.-
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