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Cultura y espectáculos

ANTONIO CANALES ENTRA EN EL CINE

Antonio Canales recibe en su estudio. Nadie. Sólo espejos. El bailarín-bailaor está sentado en una vieja silla de enea frente a sí mismo. Es el alma errante y rara de su generación: voluntarioso, respondón, empeñado en empresas imposibles: "Si no arriesgas en esto, qué haces. El Ministerio de Cultura te da cinco millones de pesetas para una producción que vale 35. Vale. Lo tomas o lo dejas. Pero sigues adelante y lo haces, lo intentas".Y no lo ha tenido fácil. Su juventud la pasó haciendo de mogollón (cuerpo de baile) con Joaquín Cortés y Antonio Márquez en el Ballet Nacional de España: "Allí aprendí mucho, el valor de cada cosa en la danza". Luego los tres, cada uno a su aire, han emprendido la aventura en solitario: "Somos la generación bisagra, la importante, la del tránsito. Pero todos somos distintos. Cada uno tiene su personalidad y su carácter, y por eso creo que todos podemos convivir en la danza española de hoy".

Canales no para de inventar cosas y su cuerda se decanta por la dramática: "Estoy de acuerdo. Hay alguna razón oculta por la que el flamenco dramático es más real, más auténtico que el festivo". Es decir, que ves en escena unos Caracoles y luego unas Seguirillas, y no es lo mismo. "Claro" apostilla el artista, "cada uno a lo suyo y cada cosa a su baile".

Antonio Canales ha entrado en la aventura del cine de la mano del director franco-argelino Tony Gatlif con Vengo, donde interpeta a un patriarca gitano maduro y díscolo en una película que clausurará en septiembre el Festival de Venecia. "El director me vió bailar, y me lo presentaron. Después me dijo que quería contar conmigo para una película y todo ha sido como una película. La experiencia es inolvidable, dura, muy complicada, que te pone contra las cuerdas".

En el filme, Canales no da un paso de baile, es él solo frente a la cámara: "El guión ya me sedujo desde la primera lectura. Ese hombre maduro que lo da todo, lo deja todo por afecto, por amor sincero a aquel muchacho parapléjico". Así contado suena a dramón. "Pero no lo es. Es una historia basada en hechos reales y mira, cuando encontré de frente a frente al actor con que comparto el reparto, me quedé helado. La sinceridad de su mirada, la entrega... era como bailar sin bailar, y así ha salido".

Pero Canales no tenía ninguna experiencia como actor: "Nada. Había escenas en que no sabía qué hacer y me dejaba llevar por mi instinto. Por ejemplo, al final, antes de que me maten, debo llorar. El director me dijo: 'Yo no pongo lágrimas de pega, así que tú verás'. Y empezamos a rodar. Finalmente las lágrimas salieron en el momento que tenían que salir tras varias horas de rodar".

Hace apenas unas semanas Canales estrenó en el festival de Teatro Clásico de Mérida una versión de Prometeo y con ella se va ahora de gira a Lationamérica (en Venezuela el Teatro Teresa Carreño de Caracas y en México citas en el Metropolitano del distrito Federal, en Monterrey y Sauquillo): "Los temas clásicos o mitológicos tiene una conexión especial con la danza y específica con el flamenco. Ya está antes la Medea de Granero, que es un verdadero clásico, o la Fedra inolvidable con Manuela Vargas. Mi primer tema mitológico fue el Narciso, y ahora vino este nuevo montaje, más complejo. Aquella vez, aquel primer invento, dejó un buen sabor de boca en Mérida. Ahora había que volver al esplendor de antaño y que la danza española abriera el festival. Así el festival se implicó en la producción. El Prometeo es un Ádán, está el fuego, lo primigenio, y así empecé a investigar y a trabajar con Spinelli en las luces, con Hanibal Laguna en los trajes. Y dije, vamos a por ello. Televisión Española también se implicó y lo ha transmitido en directo. A Laguna le dije: el vestir es arte, pero esto no es un pase de modelos. Y asómbrate. Un 41 % de audiencia ese día. Más de un millón y medio de gente en España frente al televisor. Finalmente la televisión estatal se mojaba el trasero con el ballet flamenco y no sólo con los modernos".

Para Canales, este Prometeo es toda una tesis del lo mediterráneo en el flamenco: "La conexión está clara. Todo lo mediterráneo es una sola cosa. En todos los pueblos meridionales se percute, ya sea el suelo con los pies o la mesa con los dedos". En el terreno musical, Prometeo también ha sido innovador: "Hicimos una cinta sonora a partir de una fragua industrial moderna, de metales que suenan al fondo, mientras se oyen las seguidillas en directo. Con el fuego lo mismo, un crepitar de fondo que acompaña al fuego real sobre la escena, con mis músicos, como David Cerreduela, un chico de apenas 22 años que tiene un futuro maravilloso".

Antonio Canales no quiere encasillarse: "Pero ahora hemos pasado a la etapa de reflexión donde no se desecha nada, y eso no pasa solamente con el ballet flamenco. La relación con la moda, la pintura, las nuevas músicas. Todo eso nos toca y nos afecta". Y no para: "Después de la gira americana volvemos a España. tenemos compromisos importantes como Bilbao o clausurar la bienal de Sevilla". Y Sevilla siempre es un escenario duro y difícil: "Allí voy a estrenar un espectáculo sin escenografía, sino el flamenco per sé, mi visión de lo que ha sido Sevilla en la historia del flamenco y en nuestras vidas. Será el flamenco particular del estudio primero, la clase, después el flamenco en el espectáculo y luego la fiesta íntima, como cuando estamos en el Candela".

Los hijos de Antonio Canales salen a colación, ya adolescentes, miran con distancia la carerra de su padre pero son artistas natos. "El mayor es muy estudioso. El del medio es más artista, y la pequeña, la vamos a llevar ya a una escuela de ballet. Esa parece que lleva en el cuerpo el gusanillo del baile. Tienes que verla despatarrarse en el suelo o alzar los brazos: es bailarina. Ya veremos lo que da".

La definición del flamenco-fusión le cambia la expresión a Canales: "Es muy bonito fusionar, sabemos que no somos arios o lo que sea, sino de todos. Tendemos a ponerle nombre y color a las cosas: blanco o negro; eso no es justo ni es verdad. A mí me gusta mucho unir, buscar nexos. Por ejemplo: se pone alguien al lado mío a hablar de algo y yo a improvisar y de ahí sale algo. Eso es fusión, intercambio. No vale que te partas tu solo el esqueleto bailando, sino compartiendo".

Canales siempre apostó por los jóvenes en su compañía: "Sueño con un gran centro universal del flamenco, aquí en Madrid, capaz de reunir a bailarines, pintores jóvenes, músicos, que puedan elaborar su propias personalidades. A mí me enorgullece que de las filas de mi compañía surgieran nuevos nombres: Paul Vaquero, Juan de Juan, José Merino, Miguel Angel Rojas. De ahí saldrán las nuevas propuestas, la verdadera renovación. Hoy aún eso es un sueño".

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