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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cada cual en su sitio

Precisamente porque el momento es tan grave como parece, es la hora de que cada cual cumpla con su deber sin aspavientos ni histerias: el Gobierno, dirigiendo la política antiterrorista con eficacia y criterios que favorezcan la máxima unidad democrática, evitando querellas absurdas por motivos partidistas; la oposición, apoyando y controlando la actuación del Gobierno legítimo y su resistencia frente al chantaje terrorista; la policía, persiguiendo y poniendo a disposición de la justicia a los terroristas y también a quienes insultan, agreden y amenazan a las personas que se manifiestan pacíficamente contra ETA; los jueces, aplicando la ley con sobriedad, y los ciudadanos, movilizándose de la forma más unitaria posible.ETA asesinó ayer en Pamplona al subteniente Francisco Casanova, un día después de una jornada en la que había matado en Guipúzcoa e intentado hacerlo en Madrid, y dos después de que cuatro activistas murieran al hacer explosión su propia carga mortífera. La acumulación en pocas horas de noticias relacionadas con la violencia terrorista produce un efecto multiplicador del mensaje central buscado por los que ordenan matar: que pueden hacer lo que quieran, que no matan más porque no se lo proponen, pero que podrían hacerlo; que lo harán si no se atienden sus exigencias. Ese mensaje va dirigido a toda la sociedad.

Ofensivas como la actual eran frecuentes a fines de los setenta y primeros años ochenta. Una constante de ellas era el desconcierto y derrotismo que suscitaban en sectores de la población. La ansiedad social que genera la violencia se traducía en reacciones pasionales e improvisadas de políticos y particulares que lo mismo pedían la pena de muerte que exigían la negociación con los terroristas o directamente la aceptación de su programa. Las apelaciones a la unidad democrática eran compatibles con querellas absurdas entre los partidos, acusaciones de ineficacia al Gobierno de turno y la aparición, en casi todas las formaciones, de especialistas en soluciones milagrosas.

Seguramente ETA intenta ahora reproducir una situación como aquéllas. Es de lamentar que no existan marcos unitarios, como lo fueron los Pactos de Ajuria Enea y de Madrid, desde los que hacerle frente; pero la sociedad ha aprendido mucho desde entonces y sobre todo ya no es posible ninguna ingenuidad respecto a los objetivos de ETA: trata de coaccionar a los ciudadanos para doblegar la voluntad de las instituciones democráticas. Frente a ello no hay otra respuesta decente que la resistencia. Cada uno desde su puesto.

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