_
_
_
_
Tribuna:ÁREA LIBRE: Adicciones de un hijo del siglo
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nostalgia de Alejandría

Está regresando una moda alejandrina. Se recuerdan dobles paraísos perdidos: la gran metrópolis que, en la época de los Ptolomeos, fue centro de la cultura mediterránea y la urbe multirracial que a mediados del pasado siglo, con la modernización de Egipto emprendida por Mohamed Alí, se convirtió en lo que ensayistas han llamado un ejemplo de cultura de la convivencia: esa Alejandría de "las cinco razas, cinco idiomas, cinco sexos" a la que se refería Lawrence Durrell, que vivió sus estertores. Es tan grande el prestigio del Egipto faraónico que se olvida a menudo la importancia, la fascinación de los dos periodos citados, además del copto, pero la inauguración de la Gran Biblioteca -cuyas obras visité con mirada de asombro- pondrán seguramente al día la extraña ciudad-espejismo que sigue siendo una tentación para el poeta. No en vano fue soñada por Alejandro, con guión escrito por Homero.Ahora mismo está prosperando una literatura de evocación, que se levanta sobre la muerte decretada por la Historia. Me refiero a los escritos, ya numerosos, de los alejandrinos que tuvieron que abandonar la ciudad a partir de 1956, concretamente después de la nacionalización del canal de Suez y del capital extranjero. El sentimiento de orfandad derivado de este exilio forzoso tiene precedentes en mi memoria de lector. Efectivamente, en el inmenso monumento literario que son sus Memorias de Ultratumba, tiene Chateaubriand un momento particularmente alejandrino trasplantado a París: al regresar de su exilio inglés, pasa por la plaza de la Concordia, donde estuvo instalada la guillotina en tiempos del Terror, y evoca a sus familiares ejecutados. No recuerdo si es en este momento -pues cito de memoria- cuando decide lo dulces que eran las horas antes de la revolución; pero la frase ha hecho fortuna hasta ser legitimada por cuantos han sufrido en sus carnes los reajustes derivados de cualquier revolución.

Esto es particularmente cierto en los libros de autores alejandrinos que eran adolescentes cuando Nasser tomó el poder. Todos recuerdan las fastuosas horas de la ciudad cosmopolita, y si visitan la Alejandría actual sólo es para descubrir que la mayoría de las grandes villas han sido sustituidas por horribles edificios de hormigón armado. Azza Heikal lleva la nostalgia al extremo de reproducir en la portada de su libro L'education alexandrine el palacio donde nació y se educó, convertido hoy en edificio gubernamental. Y nuestro Instituto Cervantes, de probadísima eficacia en Egipto, ocupa un palacio que fue de dos hermanas italianas dadas a la prosapia y al dispendio. Como por otro lado cualquier alejandrino de pro.

Los bienes de las grandes familias fueron requisados y malvendidos. En los anticuarios de Atarin todavía es posible encontrar valiosas piezas art déco y aun pequeños recuerdos de la vida social, como insignias del Sporting Club, volúmenes requisados a la biblioteca del College Saint Marc -yo encontré algunos que son un potosí- e incluso pasquines cinematográficos procedentes del cine Metro y que van desde Los tambores de Fu Man Chu -para envidia de los adictos Juan Marsé y Juan Manuel de Prada- hasta el cartel en árabe del Don Juan de Sáenz de Heredia. Teniendo en cuenta que en los años cuarenta sólo se estrenaron dos películas españolas en Egipto, éste puede ser envidia de cualquier Filmoteca de pro.

Yo me limito a envidiar las dos Alejandrías que no me fue dado conocer. La de los Ptolomeos y la de Forster y Cavafys. Me queda, en la actual, lo que Durrell dio en llamar el Spirit of Place. Y a fe que puede más que yo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_