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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Abortar en Francia

El Gobierno francés ha anunciado que presentará un proyecto de ley que modifica tres parámetros importantes relativos a la interrupción voluntaria del embarazo. La despenalización de la propaganda y publicidad a favor del aborto y la ampliación del plazo para el aborto legal de 10 a 12 semanas son los dos primeros. Pero ha sido el tercero, que permite a las menores abortar sin autorización paterna, el más polémico. Esa modificación supone que ya no será exigible, como "condición previa" a cualquier discusión con ginecólogos o psicólogos la autorización de los padres de la menor que desee interrumpir su embarazo. En una primera visita, el médico "deberá esforzarse en convencer a la joven para que dialogue con sus padres", pero si durante la segunda visita la muchacha mantiene que no quiere, entonces tiene que nombrar lo que el proyecto de ley denomina "un adulto de referencia", una especie de tutor que avale su decisión. En perfecta consonancia con este cambio, el proyecto también contempla la supresión de la autorización familiar para obtener anticonceptivos hormonales.

Esta vez el debate francés no se ha centrado entre pro y antiabortistas, aunque estos últimos, muy activos, siguen dejándose oír y protagonizando acciones de acoso contra médicos o centros que practican el aborto. El debate ha estado centrado en las reticencias manifestadas por un consejero científico de la ministra Martine Aubry. En su opinión, ampliar el plazo a 12 semanas de embarazo es abrirle la puerta a la eugenesia. De pronto, gracias a los progresos de las ecografías y de los análisis del líquido amniótico, es posible saber, en ese plazo, el sexo del feto, así como otras de sus futuras características. La madre tiene la oportunidad de elegir y de hacerlo a partir de criterios inquietantes que, entre otras cosas, pueden fomentar el desequilibrio, sobre todo en países en los que el futuro de un varón es muy distinto del que le espera a una mujer.

Esta reforma era reclamada por el feminismo militante, aunque la opinión pública es más bien contraria, según las encuestas. La modificación más polémica afecta a un número reducido de personas -menores enfrentadas a sus padres y que no toman anticonceptivos-, pero entre ellas se producen muchas de las tragedias derivadas de la cirugía clandestina, el abandono de niños no deseados, etcétera. Ése es el argumento principal en favor de la reforma, al que podrán oponerse opiniones contrarias, pero no la estadística: contra lo que auguraron los grupos antiabortistas, el número de interrupciones voluntarias del embarazo se mantiene constante en Francia desde hace muchos años.

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