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Cultura y espectáculosLIDIA

Pitones de plastilina en Azpeitia

Hasta el sexto toro de la tarde, la corrida transcurrió dentro de la vulgaridad. Las faenas apenas tuvieron ligazón. Daba la impresión de que la corrida de ayer podía ser calcada de las incontables corridas que se dan en España. Finito de Córdoba toreó sin ningún relieve a su primero. A su segundo le dio dos tandas de derechazos con largura, pero sin ligar, y dos tandas de naturales, también sin ligar, y alargando excesivamente el brazo. En este segundo toro toreó con gusto, pero sin profundizar.Abellán estuvo toda la tarde tramposillo. A su primero lo toreó muy movido, con tandas de derechazos algo templados, mas sin conseguir ligar. Por naturales a ese segundo toro, ni lo mandó ni templó. Para cortar una oreja echó mano de los rodillazos para la galería. A su segundo toro aún fue más tramposillo. La faena fue tan sosa como el toro.

Alcurrucén / Finito, Abellán, Juli

Toros de Alcurrucén, manejables, poca fuerza, pobres de cabeza. Finito de Córdoba: dos pinchazos, estocada, descabello (silencio); estocada caída (ovación). Miguel Abellán: estocada (oreja); pinchazo, estocada -aviso-, descabello (vuelta al ruedo). El Juli: estocada caída (petición de oreja); estocada caída (dos orejas).Plaza de Azpeitia, 1 de agosto. 3ª y última de feria. Lleno. El Juli salió a hombros.

En su segundo toro, último de la tarde, El Juli trazó buenos derechazos, ligados, pero a falta de profundizar. Por naturales la cosa estuvo vulgarcita. Vale por su intención de ligar los pases en ese multimotor. Le sobraban los derechazos circulares, tan populistas y de tan poco fundamento. En el tercer toro de la corrida, su primer toro, estuvo demasiado alborotado. No llegó a templar lo más mínimo ni con la derecha ni con la izquierda. Ahí trató de darse el arrimón con ambas manos. Pero sin profundizar nada.

Creemos que el presidente acertó al no concederle la oreja de ese toro, pese a la trampa que insufló a los graderíos con un toreo carente de lo más elemental: la templanza y la profundidad. Con las banderillas no se lució apenas nada. De los seis pares que prendió, tan sólo dos de ellos fueron algo potables. El resto, entre regulares y muy mal. Con el capote no lució demasiado bien, pese a que puso interés en ofrecer dos chicuelinas de rodillas y una media verónica, también de rodillas.

Los toros de Alcurrucén dejaron a la vista que algunas de sus cabezas eran pitufas. Parecían los cuernos de plastilina, con la que los niños del jardín de infancia juegan a imitar a toros de cartón. Impresentables esas cabezas tan poco serias, más bien que harían estallar de carcajadas a las cabras. Quiere decirse que, por muchas orejas que se corten por esos mundos de Dios, pensemos que muchas de esas tardes orejiles se las han cortado a toros con cabeza de plastilina.

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