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A la caza del diseño anónimo

Anatxu Zabalbeascoa

La galería H2O exhibe fotografías de Jeremy Edwards sobre el ingenio popular

Esta exposición hubiera entusiasmado a Brossa y a Breton. Un cartón de leche convertido en florero, una viga que sirve para improvisar un banco sobre el que comen al fresco unos obreros de la construcción, dos gruesas suelas utilizadas como parachoques en una furgoneta o un carrito de supermercado transformado en una chaise longue "de diseño" son algunos de los objetos, tan anónimos como ingeniosos, que el diseñador británico Jeremy Edwards ha ido recopilando en sus viajes por Amsterdam, Barcelona, Copenhague, Londres, París, Roma y Estocolmo. Las fotografías de Edwards, expuestas de una manera ingeniosa y austera en la Galería H2O de Barcelona hasta el 31 de julio, desmienten que en el diseño todo esté ya hecho y desmitifican que los productos industriales de cuidado diseño sean objetos elitistas y superfluos."Las fotografías muestran la creatividad del público anónimo a la hora de resolver problemas cotidianos utilizando materiales cotidianos y se convierten en recuerdo permanente de cosas que, en realidad, tienen una vida efímera", afirma Edwards. "Las soluciones son siempre espontáneas y en ellas se emplean materiales u objetos que a menudo fueron ideados con otro propósito". Asegura que los objetos que él fotografía en ambientes urbanos diversos -oficinas, centros comerciales, espacios públicos o viviendas- no se construyen para durar, pero que sin embargo duran posiblemente porque nacen para cubrir una necesidad.

Edwards no sabría decir si estos diseños surgen para solucionar problemas o si, en realidad, el afán de reutilizar los objetos originales es lo que anima a los autores a transformarlos en nuevos diseños para dotarlos de un nuevo uso. La muestra de la galería H2O, que ya ha podido verse en el Museo de Artes Decorativas de Copenhague y en la galería Via de París, recoge situaciones que suelen pasar desapercibidas y, sin embargo, no aclara si los autores anónimos de los objetos ingeniosos se lanzan a discurrir por cuestiones económicas, por necesidad, por jugar, o por el puro y mero placer de hacerlo.

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