Mujer e islam
Me dirijo a usted en relación al artículo [El imam de Fuengirola explica formas de pegar a las mujeres] aparecido en el diario de su dirección correspondiente al pasado domingo día 16 y al objeto de puntualizar la información que en el mismo se ofrece respecto de mi persona y del contenido del libro La mujer en el islam, del que soy autor, acogiéndome para ello al que es mi derecho a rectificar informaciones no veraces y, al mismo tiempo, su deber de hacerlo.Sin profundizar en lo que de injurioso pueda tener el título que encabeza el artículo y la sesgada transcripción de la entrevista que me efectuó Javier Arroyo, movido únicamente por el ánimo de clarificar la estéril polémica urdida, he de informarle que, ante una incorrecta interpretación del contenido del libro al que antes hice referencia, desde hace 20 días he publicado en Internet la aclaración que al respecto expuse para intentar evitar cualquier falsa interpretación que pudiera deducirse de las líneas objeto de esta supuesta polémica, circunstancia que ya hice saber al periodista de su diario que me entrevistó y que, sin embargo, ha sido tan despreciada como omitida. Esa aclaración la dirigí en su día a las asociaciones de mujeres musulmanas y, en general, a cualquier lector del libro La mujer en el islam y dije en ella literalmente que yo recogía el comentario de los sabios a dicho versículo que nos habla de una situación real sociohistórica que era la vida diaria de los toscos, duros y todopoderosos machistas beduinos en la sociedad árabe en el desierto de la península Arábiga desde hace catorce siglos. Aquella realidad era marcada por los abusos contra las mujeres y el islam -en el marco de su progresión en la legislación- estableció una serie de restricciones y de medidas para, en el futuro, erradicar aquellas prácticas que eran moneda de uso corriente.
Por ello, las restricciones que los ulemas han impuesto en estas situaciones extremas de violencia contra las mujeres estaban orientadas a combatir y, a la larga, a abolir aquellas abominables prácticas, igual como sucedió con la penosa práctica del infanticidio.
Textualmente he dicho en el libro que el islam no ha permitido bajo ningún concepto el castigo a las mujeres y lo ha prohibido. Más aún, el islam concede a la mujer el derecho al divorcio en caso de sufrir cualquier vejación o humillación, si así ella lo desea. Esta regla legal a favor de las mujeres no ha sido preconizada por ninguna civilización humana hasta hoy en día.
A pesar de la existencia del texto sagrado, que necesita ser estudiado por los especialistas en esta materia para explicarlo y aprehenderlo, los ulemas musulmanes, desde los primeros tiempos del islam, han condenado al hombre que maltrata a su mujer por considerarle un varón fracasado, sin virilidad y sin caballerosidad. La auténtica hombría requiere cuidar del sexo femenino en todas las fases por las que atraviesa como madre, esposa, hermana o hija. Estas consideraciones han llevado a los sabios musulmanes, desde hace catorce siglos, a restringir el castigo físico para, en primer lugar, reducirlo a un valor simbólico como medida disuasiva, y para erradicarlo más tarde, en segundo lugar. El castigo físico no desempeñaba más función que llamar la atención y no se debe equiparar a las brutales palizas, a las torturas sádicas o a las demás formas de violencia del siglo XX. Debemos ser prudentes a la hora de salvar la distancia cronológica y las distintas fases de desarrollo sociocultural...
Recordemos, además, que todas las religiones tienen textos llenos de símbolos y de parábolas que no son aplicables a cualquier realidad. Esta clase de textos se puede equiparar a una forma de normas temporales para llenar un vacío legal durante un tiempo de transición o de evolución de la sociedad o de la comunidad a la que va destinada la Revelación. También sirven como parábolas que encierran un significado latente que sólo se puede percibir a través de ejemplos prácticos. A continuación daremos una serie de ejemplos sacados de la Biblia de Jerusalén (edición de 1996):
"Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, será muerto tanto el adúltero como la adúltera... Si una mujer se acerca a una bestia para unirse a ella, matarás tanto a la mujer y a la bestia " (Levítico, 20, 11-16).
"Si un hombre está peleándose con su hermano, y la mujer de uno de ellos se acerca y, para librar a su marido de los golpes del otro, alarga la mano y agarra a éste por sus partes, tu le cortarás a ella la mano sin piedad" (Deuteronomio, 25, 11).
Jesús, ante su pasión "He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!" (evangelio según san Lucas, 12, 49).
Estos textos religiosos y otros más no se pueden entender literalmente sin comprender el significado de sus palabras, sino que hemos de apoyarnos en los comentarios de los especialistas que los han explicado y aclarado partiendo de sus respectivos campos de especialidad (teólogos, lingüistas, etcétera).
Para resumir, debemos saber que el Corán como la Biblia y el evangelio, incluso para los no creyentes y quienes se autodenominan laicos y progresistas o ateos, son, además de su carácter sagrado, libros históricos de los que no se pueden amputar fragmentos susceptibles de herir ciertas sensibilidades, ya que pueden tener muchas parábolas o referencias relacionadas con la violencia. Un crítico del arte que aprecia la belleza de un cuadro o de una escultura, aunque censura una parte de esta obra por encontrarla antiestética, no se atreve a destruir parte de esa obra.-
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