_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mayoría

Tienen motivos los socialistas valencianos para estar satisfechos. Como había vaticinado con valentía su portavoz, José Luis Ábalos, se agruparon para votar la opción del cambio en el 35 congreso federal del PSOE, es decir, la candidatura de José Luis Rodríguez Zapatero, pese a que José Bono, con el apoyo de los resortes todavía en funcionamiento del viejo aparato del partido, salía como ganador. Tres representantes en la nueva ejecutiva (Jordi Sevilla, Leire Pajín y Gloria Calero), los tres procedentes del proyecto que abrió en su día, contra viento y marea, Joan Romero, dan una imagen fiel de la aportación del PSPV a la nueva etapa del PSOE. Quedan atrás los mezquinos cálculos tácticos y las vacilaciones, que hundieron al socialismo valenciano en un marasmo del que todavía trata de recuperarse. Y la lección es clara: cuando se impulsa la renovación hay que hacerlo sin dar margen a la jugada en corto, sin concesiones al sectarismo y sin prevenciones ante la pluralidad. Trasladar al congreso del PSPV el espíritu de lo que ha ocurrido este fin de semana en Madrid no debería resultarle difícil a una mayoría que ha tenido tiempo de sobra para aprender de sus errores. La lista de caras nuevas con la suficiente experiencia institucional en el socialismo valenciano es más amplia de lo que algunos creen; la capacidad de abrirse a la sociedad y nutrirse de ella está prácticamente inédita; la sensatez y la prudencia, como ha demostrado el presidente de la gestora actual, Francisco Granados, no son virtudes ajenas al partido. Nadie va a perdonar que no se pongan manos a la obra. Más cuando Ciprià Ciscar y su aguerrida tropa de fortuna, la minoría, han fracasado en su último intento de resucitar sobre las cenizas de un desastre que ya roza el ridículo. Es dudoso que Ciscar, tras su fallida apuesta por Bono, saque la conclusión de que debe centrarse en un trabajo de diputado en el Congreso al que sin duda podría aportar astucia y experiencia. Pero ese no deja de ser el problema de un político que, desde hace tiempo, no es que se niegue a asumir las responsabilidades de sus actos, como ex secretario federal de Organización y como referente valenciano, sino que rechaza tercamente la sola posibilidad de evaluarlos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_