La reivindicación de Romero
Seamos simplistas y nominalistas, aunque sólo sea por una vez, sin dejar por ello de ser realistas. Reduzcamos el 35º Congreso del PSOE a un esquemático titular, tal que éste: Joan Romero ha ganado, Ciprià Ciscar ha perdido. En los viejos tiempos de aquél viejo tándem Felipe-Guerra, los periodistas periféricos tendíamos a analizar los resultados congresuales socialistas en clave nominalista. Sumábamos los lermistas, restábamos los ciscaristas y constatábamos la sistemática marginación de Vicent Garcés y sus chicos. Y con todos estos ingredientes pasados por el turmix, aventurábamos cuál iba a ser el desarrollo del inmediato congreso del PSPV. Sigamos, pues, con el viejo esquema y concluyamos que Joan Romero, como dicen de El Cid, ha ganado una batalla después de su alejamiento militante del PSOE. Tres romeristas pata negra, tres, forman parte de la nueva ejecutiva de José Luis Rodríguez Zapatero: Jordi Sevilla, Leire Pajín y Gloria Calero. Otro de los que apoyaron desde primera hora al ex secretario general de los socialistas valencianos, García Geraldo, está en el comité federal con Ana Noguera, una adherida al romerismo. Sólo Joan Lerma, institucionalmente recuperado, estaba fuera de la órbita de Romero. Ciscar, enfrentado antes, ahora y después al ex secretario general del PSPV, ha sido poco menos que expulsado a las tinieblas exteriores. Zapatero ni tan siquiera ha tenido la delicadeza de incluirle en el comité federal, y cabe esperar que el ex secretario federal de Organización no se esconda tras la excusa de que tampoco está Felipe González.Olvidémonos de los nominalismos y pasemos a las ideas. Romero se equivocó, y no poco, en la selección de su aparato y así le fue; pero todo su corpus organizativo e ideológico plasmado en el congreso de la Politécnica ha sido asumido por el PSOE con varios años de retraso. Y es, precisamente, el concepto de cambio, reiterado hasta la saciedad por Zapatero en su discurso de clausura, el que abre mayores interrogantes de cara al futuro congreso de los socialistas valencianos.
El frente anticiscarista, con la excepción de José Luis Ábalos, regresa eufórico de Madrid porque cree haber alcanzado todos sus objetivos allá y se apresta a lograrlos en la Comunidad Valenciana. Nada más incierto. La propia dinámica de cambio iniciada en el 35º Congreso incrementa la incertidumbre. De entrada queda claro que el voto inducido no funciona (al menos, no como en los viejos tiempos) y que los jefes de las diferentes tribus cada vez tienen más difícil amarrar los votos. Y, más importante, quienes aspiren a alcanzar la secretaría general del PSPV deben hacerlo convenciendo a los delegados con un discurso político. Los chusqueros que soñaban con el cargo sobre la base de su experiencia y la acumulación de apoyos teritoriales ya pueden ir olvidándose. El cambio, consiste, entre otras cosas, en recuperar la pasión por la política, conectar con los problemas de la sociedad, plantear alternativas y dejar en el armario ese estilo de oposición en el que se grita mucho y no se dice nada. Liquidados los señores de la guerra, agotados los actuales aparatos, quedan las ideas. Y no vale sólo el ser alcalde o tener cuarentaytantos para aspirar al cargo. Por eso la partida está mucho más abierta que antes de este fin de semana. Romero debe sonreír desde su casa.
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