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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una mirada fecunda sobre Shakespeare

GREC 2000 / TEATROTitus AndrònicDe Shakespeare. Traducción: Salvador Oliva. Dirección: Àlex Rigola. Intérpretes: Alma Alonso, Ivan Benet, Joan Carreras, Jordi Collet, Judit Farrés, Daniela Feixas, Julio Manrique, Àurea Márquez, Jordi Puig, Òscar Rabadán, Albert Ribalta, Eugeni Roig, Marc Rodríguez, Jacob Torres. Escenografía: Bibiana Puigdefàbregas. Teatre Zorrilla, 21 de julio.

Titus Andrònic, tragedia salvaje, no encontró durante este festival Grec teatro en Barcelona, de modo que la pieza se ha estrenado en el Teatro Zorrilla de Badalona y, de momento, sin expectativas de que el montaje llegue a un teatro céntrico. Es una pena, porque, aunque con altibajos, el montaje de Àlex Rigola es uno de los shakespeares más estimulantes, más ingeniosos, más grotescos, que han podido verse en los últimos años en Barcelona. Shakespeare deformado casi hasta el esperpento, pero según la lógica de la estética manga, caricatura, burla, cinismo, exceso sobre el exceso y, por supuesto, mucha sangre, mucha más de la estrictamente necesaria. Àlex Rigola, un director joven que llega pegando fuerte, tiene la virtud de saber arriesgarse y se lanza a por todas tras la idea que lo mueve y lo conmueve. Quizá su mejor virtud, junto a su valentía, sea la capacidad de atraer hacia sí a los actores de su generación creando en cada espectáculo un grupo compacto y entregado.

Titus Andrònic es casi una tragedia bestia en la que se suceden los cadáveres, los asesinatos, las traiciones, las violaciones en una espiral de violencia que arranca con el regreso de Tito a Roma con la reina goda Tamora como prisionera. Tito mata al hijo pequeño de Tamora y ahí está el origen de todas las desgracias. Tamora se vengará de Tito, matará a sus hijos, utilizará al emperador, su esposo, para destruir todo lo que toque. El momento cumbre de todas las venganzas es la violación y mutilación de Lavinia, hija de Tito, a la que le cortarán la lengua y las manos. La obra acaba en un banquete caníbal en el que Tito servirá cocinados a Tamora sus propios hijos, un banquete que termina en un baño de sangre. Y resiguiendo esta trama son muchas más las muertes que se producen en escena. Un shakespeare sin duda excesivo.

Y, ante el exceso, Àlex Rigola ha optado por un irónico distanciamiento. Convierte las matanzas en duelos de Saloon. Acude, para definir a los personajes, a otros contemporáneos, como Superman, para caracterizar a Lucio, hijo de Tito que habrá de regresar con un ejército para vengar a su padre. O viste a los hijos de Tamora, auténticos criminales, con la camiseta del Barça, como boixos nois. Pero la escena cumbre es la violación de Lavinia, donde a ritmo de música hortera y festiva, se utilizará un enorme consolador y un minipimmer para perpetrar la mutilación sangrienta. Son excesos que Rigola acumula sobre el exceso shakespeariano. Pero lo hace con mesura, sin columpiarse en las gracias, siguiendo los recovecos cada vez más negros de la obra.

Todo esto en un espacio prácticamente despojado, fondo negro, una gran mesa con ruedas, algunas sillas, dos lámparas que cuelgan del techo, construido con una mirada netamente contemporánea. Son los actores los que definen cada espacio que se derramará sobre la platea, donde sucederán algunos de los crímenes, entre el público convertido en el bosque donde tiene lugar una cacería (que acaba siendo) humana. Excelente la banda sonora, excelente el ritmo, excelente el trabajo de unos actores que han sabido interpretar las intenciones de Rigola.

De hecho es difícil entender este Titus Andrònic sin comprender, al mismo tiempo, el carácter generacional de este espectáculo. Pese a todas las distancias, tiene más de un punto de unión con, por ejemplo, General Elèctrica, en su peculiar manera de plantarse ante el público, de dialogar con él. Una estética fría con explosiones de sangre y fuego, casi un cierto sadismo, una provocación en cierto modo light. Es un camino que se revela fecundo, especialmente por lo que tiene de mezcla de lenguajes. Una forma distinta, acorde con los tiempos que corren, de mirar hacia el mundo.

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