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Figo

Las elecciones a la presidencia del Real Madrid me han hecho sentir como un auténtico ignorante. Sí, porque esto del fútbol no lo seguía yo muy de cerca, no al menos con el entusiasmo y la dedicación que le presta la ciudadanía en general llevada por esa imperante y legítima pasión por el deporte rey. Esa ignorancia de que les hablo se ha puesto en evidencia a la hora de valorar las distintas maniobras que los contrincantes en cuestión realizaron en el intento de llevarse el gato al agua. Sin ir más lejos, no supe dimensionar la baza jugada por el entonces aspirante Florentino Pérez, poniendo sobre la mesa el nombre de un señor llamado Figo y cuyo compromiso de fichaje ha pesado, según parece, de manera determinante en los resultados.Tengo que reconocer humildemente que si alguien me hubiera preguntado hace un mes por el tal Figo, no hubiera pasado de contestarle que es un jugador de fútbol. No habría sido capaz de añadir que juega en el Barcelona, la posición que ocupa en el campo y ni siquiera que es portugués. Y, si ignoraba aspectos tan elementales de esta afamada figura del deporte, cualquiera puede imaginarse mi absoluto desconocimiento sobre sus habilidades en el terreno de juego al igual que su desorbitada cotización en el mercado de las piernas. Sé que esto que voy a decir es poco menos que una herejía para los forofos del balompié, pero a mí todo lo que cobre un jugador, por bueno que sea, por encima de un cirujano cardiovascular, un experto artificiero o un jefe me resulta casi indecente. Y yo entiendo que esto es un negocio que se rige por la ley de la oferta y la demanda y que las estrellas son máquinas de generar dinero, pero aun así me parece injusto. Lo grave del asunto es que no tengo posibilidad alguna de que me saquen de mi cerrazón mientras siga viendo a jugadores que perciben cientos de millones y no tocan bola o se pasan toda la temporada calentando el banquillo con el trasero. El mismo Madrid de las estrellas que cosechaba esta temporada su octava Copa de Europa frente al Valencia en el estadio Saint Denis de París era humillado semanas antes en su propia casa por un modesto Racing de Santander. Está claro que el fútbol es un juego que mueve algo más que afición deportiva, algo más que la pasión por los colores. Sólo así se explica la dimensión adquirida por las elecciones a la presidencia del club blanco y los resortes accionados por los candidatos en el intento de alzarse con la victoria. Basta con echar un vistazo al palco del Bernabéu en un encuentro importante para comprender las posibilidades que su directiva tiene de codearse con el alcalde, el presidente autonómico, el del Gobierno de la nación o con el propio Rey.

La presidencia del Real Madrid es un puesto con una enorme capacidad de influencia política y económica, y por esa golosina pelearon hasta la extenuación Lorenzo Sanz y Florentino Pérez. El primero, con un patrimonio inmobiliario valorado en miles de millones de pesetas; el segundo, al frente de una boyante empresa en la que trabajan casi 30.000 personas. Ganó este último por un mal cálculo del primero. Sanz valoró en exceso el peso de las copas europeas conseguidas durante su mandato y muy poco el ridículo que hizo el equipo frente a los equipos modestos durante la Liga y su errática política de fichajes. Además, los aficionados vieron en Pérez al empresario eficiente capaz de poner en orden las desastrosas cuentas del Madrid. De momento, el nuevo presidente habrá de cumplir con algunos compromisos ineludibles para no defraudar a quienes le han votado. Prometió una nueva Ciudad Deportiva junto al Campo de las Naciones, un proyecto del que se mofó públicamente su rival por entender que levantaba castillos en terrenos municipales. Dijo también que adecentería el Bernabéu hasta borrar el aspecto cutre que impera en sus gradas, pasillos y urinarios. E incluso aseguró que algo haría para mejorar el aspecto exterior del estadio y el de las cuatro horrendas torres de evacuación que fueron edificadas en terreno de todos los madrileños con la condescendencia del Ayuntamiento. Anunció, además, que trataría de otro modo a los socios cuya atención se reducía a una miserable ventanilla. Son, en definitiva, compromisos importantes que mejorarían la imagen del Real Madrid ante su base social y el resto de la ciudadanía.

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