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Tribuna:35º CONGRESO DEL PSOE
Tribuna
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Dieciséis millones de ojos

Del político laborista británico Clement Atlee se dijo que lo que resultaba extraño de él era que resultara tan corriente. El adjetivo más habitual respecto de él era "descolorido", y con el paso del tiempo los historiadores británicos le han descrito como la personalidad menos impresionante de cuantas han ejercido la máxima responsabilidad pública en su país. Su malintencionado adversario Winston Churchill decía que había visto pasar un taxi vacío y de él había surgido Attlee; tal era la inanidad que le atribuía.En realidad fue mucho más valioso que cuanto presuponen todas esas descripciones, pero hay razones para preguntarse si realmente buena parte de los candidatos a desempeñar la secretaría general del partido socialista no circulan en ese género de vehículos de los que hablaba Churchill. Lo malo no reside en que hayan dedicado una parte considerable de su tiempo a hablar mal de los demás -a eso se lo denominaba "política cabileña" a comienzos de siglo-, sino en la sensación de que detrás de ese fervor poco más existe. A los ocho millones de electores que votaron socialista no se les puede ofrecer un espectáculo tal de minucia e insustancialidad.

Alfonso Guerra ha sido un político importante en la vida española de quién se descubrirá en su día un balance positivo en muchos aspectos. Pero a veces un observador se podría preguntar si el guerrismo no es más bien una enfermedad cuyos síndromes son el extremado sectarismo, el ombliguismo, la incapacidad de olvidar ofensas supuestas o reales, y el desaforado afán por los gestos desmesurados que concluyen con la petición de una cuota de poder. Lo peor de él es lo vetérrimo que resuena: su pliego de cargos parece algo así como la reivindicación de los partidarios del Cretácico contra los seguidores del Pleistoceno.

Sobre las restantes opciones, los socialistas debieran evitar el peligro del sobredimensionamiento. Hay políticos -e incluso partidos- que tienen su propia parcela en la que incluso pueden obtener un éxito apreciable, pero que fracasarían trasladados a otro campo. Como hay flash-parties -partidos fogonazo-, de manera parecida existen candidatos que pueden obtener éxito en una ocasión concreta por las circunstancias o por su estilo pero que no debieran pretender trasladarlo a otros niveles. Algo así se puede decir de los líderes regionales. Se atribuye a un cacique gallego del PP actual la descripción de un sector de partido, al que pertenece, como "los de la boina"; un catedrático la ha completado indicando que también existen en el PP gallego "los del birrete", es decir, esos profesionales a los que no se les puede pedir dedicación a una política local demasiado prosaica, pero que quedan bien en Madrid. Lo importante es que esta división establece también campos de competencia distintos; malo sería que se entremezclaran.

Sobre los militantes socialistas pesa hoy una gran responsabilidad. Hay quien se refocila hoy en su orfandad de liderazgo e ideas y quien, lamentándola un tanto hipócritamente, pretende multiplicar tanto una como otra. Pero del resultado positivo de la reunión de este fin de semana depende el buen funcionamiento de una de las ruedas esenciales de la democracia española. Si algo demuestran las elecciones del 2000 es que la rueda derecha puede gustar más o menos, pero da servicio. Ahora importa que no se averíe la otra, como le sucedió a la primera desde 1982 a 1996.

Los militantes socialistas debieran pensar en sus votantes, pero también en el conjunto de los españoles, cuyos ojos también habrán de fijarse en ellos si un día quieren volver al poder. Lo mejor sería que prepararan el futuro y que redescubrieran en él su capacidad de propuesta. Sus rivales lo harán mejor o peor, según los campos y ocasiones, pero ellos no se deben guiar por esa especie de optimismo catastrofista de acuerdo con el cual un día el poder les será entregado sin sacrificio alguno. Por el contrario, deben ser conscientes de que se gana al adversario aceptando parcialmente su herencia y señalando nuevas metas para superarlo. De eso el socialismo español está bien lejos: pero a todos nos interesa que estos días se ponga en camino.

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