El peligro estaba en casa

La casa del Festina era ayer territorio contradictorio, un cruce constante de caras de póquer. Querían el podio para Joseba Beloki. Lo mismo querían para Christophe Moreau. Animaban a Beloki cuando Moreau soltó el latigazo del kilómetro 20. Y azuzaban a Moreau cuando se desinflaba en el tramo final. Los españoles del grupo, los que en su interior preferían al vitoriano, sonreían, pero sin dar brincos. Quienes apostaban por el francés sonreían tratando de evitar las caras de frustración. Qué extraño es el ciclismo. Un deporte colectivo en el que dos compañeros pueden convertirse en acérrimos rivales deportivamente.En la casa del Festina cada uno tenía ayer su propio ritmo vital. Los peor clasificados andaban más madrugadores. Los mejores, más retrasados. Pero, por supuesto, los dos enemigos-compañeros tenían que coincidir en casi todo. La hora del desayuno, la hora de la comida, el traslado en autobús a la salida y la vuelta al hotel. No hubo risas. Tampoco se enseñaron los dientes. Todo muy profesional, muy académico.

La preparación fue individualizada en la casa del Festina. Christophe Moreau, vecino de la comarca de Belfort (donde está instalada la salida hoy), no necesitaba inspeccionar el recorrido de la contrarreloj. "Se lo conoce al dedillo; se ha entrenado por aquí cien veces", aclaraba Roberto Torres, segundo director del Festina, quien acompañó con el coche al francés durante la carrera. Lo lógico. El segundo técnico con el segundo corredor en la general. Además, Torres nació en Montpellier. En esta distribución no hubo discusiones. Joseba Beloki salió por la mañana a entrenarse durante 28 kilómetros del recorrido. El resto los cubrió en el coche con Juan Fernández. Y en carrera, el mejor corredor del Festina en la general, con el director. Lo lógico. Además, Fernández vive en Vitoria, como Beloki.

Los de la casa del Festina se trasladaron a la salida (aparte del dúo también viajaba Félix García Casas) y allí siguieron todos iguales directrices. Calentamiento en el rodillo, una pastilla de bicarbonato para neutralizar la subida del ácido láctico que envenena la sangre en los primeros kilómetros (para que no les duelan las piernas al dar los primeros golpes de pedal) y a correr. La bicicleta, idéntica. Los desarrollos, a gusto de cada uno. Moreau, un plato de 54 dientes. Beloki, un poco más grande, más exigente, de 55.

Llegó el kilómetro 20 y en la casa del Festina se echaron a temblar por primera y última vez. Tanto duelo fratricida para que se cuele Heras en el podio. El coche de Fernández daba referencias a Beloki: "pierdes un minuto con Christophe". Aun así, todavía guardaba una reserva de 44 segundos en la general. La noticia, con todo, parecía alarmante.

El director le había aconsejado calma en el arranque, pero tanta... "Salí a regular, pero en ese momento pensaba que se me marchaba. Se me ha ido de las manos al principio. No tenía pensado que me cogiera tanto tiempo. Para otra ya sé que hay que apretar un poco más al principio", asumía el español, y Fernández lo admitía: "No hemos salido a tope. Quizá nos hemos relajado demasiado". Entró la preocupación en el clan español del Festina.

Beloki, sin embargo, aceleró. Tenía la ventaja de contar con la referencia de su compañero-enemigo. Moreau siguió a su ritmo, también con la referencia constante de cómo marchaba el otro por detrás, pero él cada vez con menos fuerza. "Los últimos kilómetros eran difíciles, pero es mi especialidad, estaba cerca de casa y es el Tour de Francia". Sí, de Francia. Pero el clan francés del Festina no pudo dar el gustazo a la afición. Tuvo que felicitar al español.

Beloki resistió el podio por medio minuto. Y, aclara él, "sin morirme en ningún momento". Ya ha quitado buena parte de sus miedos, pero no todos. También ayer, con el podio esperándole en París, sacaba Beloki su recordatorio, la apostilla de cada día: "Ya tuve una mala experiencia hace años. Hasta que no pase por los Campos Elíseos...".