_
_
_
_
Tribuna:NEGRITAS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Monumento

Los turistas señalan con el dedo y preguntan, con esa ingenuidad interesada con que seleccionan los monumentos dignos de fotografiar: "¿Quiénes son esos, oiga?". Isabel la Católica y el que está tres escalones más abajo Colón. "¿Y eso otro de allí?", inquieren con estupefacción. Pues mire, señora, eso son las pilonas. "¿Y es típico de Granada?". Sí, típico pero arriesgado, como la tortilla del Sacromonte. Entonces el turista se echa a la cara la cámara, busca el ángulo preciso y acciona el disparador.En Granada, en efecto, está la Alhambra, la Catedral, la Cartuja y las pilonas. Las pilonas no vienen en las guías de viajes, porque son un monumento reciente, pero no pasan desapercibidas para el forastero, cuya mirada queda prendida por un singular magnetismo en los dos hitos metálicos, de sube y baja, que impiden a los automóviles ingresar en el barrio del Albaicín. Las pilonas son monumentos vivos y tracioneros. Cuando el turista que sigue al coche autorizado intenta pasar sobre ellas, a su rebujo, las pilonas suben, golpean los bajos del automóvil y lo dejan maltrecho. Los forasteros, aunque procedan de países tecnológicamente muy avanzados y sean personas muy viajadas, juran que no han visto nada igual. Entonces toman sus cámaras, enfocan y se llevan la imagen de recuerdo.

La pilonas, como las abejas, mueren cuando pican, esto es, se averían en cuanto destrozan el coche. José Antonio Orta, concejal de Tráfico, un día sí y el otro también, tiene que mandar a una patrulla de pilonistas a reparar los mojones. La de reparador de mojones no sólo es una profesión endémica de la ciudad sino una ocupación con un inmenso futuro.

Pero como al césar hay que darle lo que es suyo, conviene aclarar que este monumento, que en la jerga artística moderna se denominaría instalación, no es invención del actual equipo de gobierno, sino del anterior, del que presidía Gabriel Díaz Berbel, y más en concreto del entonces delegado de Tráfico, César Díaz. Los munícipes actuales no serían capaces de pergeñar artefactos demoníacos como éste. Les falta imaginación. Bastante tienen con mantenerlos.

Lo que no se sabe es por qué a tales barreras hidráulicas se les llama pilonas, que es palabra inexistente. A lo sumo, y estirando la semántica, serían pilones, salvo que haya primado la discriminación positiva en función del género.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_