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Vuelta y media

Antes en el PSOE cualquier procedimiento era bueno porque ya se sabía quién iba a ganar. Ahora el procedimiento mismo puede decidir al ganador. Menuda diferencia. Antes un cargo público, u orgánico, se enteraba por la prensa de que iba a ser relevado, sin que mediaran discusión ni método algunos. Aquella mesa camilla, tristemente famosa, se reunía en un domicilio privado y punto. Los órganos políticos se limitaban a certificar la defunción. Ahora, por fortuna, estamos en vísperas de que el partido que fundara Pablo Iglesias en 1879 recupere el principio que nunca debió perder: que en democracia las formas son también el fondo.Por todo eso, contra los que creen que el 35º Congreso se plantea con excesiva complejidad formal, y con todo por hacer y decidir, más bien hay que felicitarse por ello, si de verdad este partido quiere entrar en el tercer milenio como la más sólida formación política de progreso para toda España. Cierto que un leve matiz en la estrategia del procedimiento puede llevar a un resultado bien distinto de otro, y por eso la discusión sobre el procedimiento se ha convertido en lo esencial de este cónclave. Legítimo es, por tanto, que cada candidato quiera llevar el método a su conveniencia, y que los otros traten de impedírselo.

Lo que ya no parece tan correcto es que sea la propia Comisión Política -que hasta ahora venía manteniendo una neutralidad aceptable- la que se decante por un método de votación determinado, en lugar de ofrecer a los delegados las alternativas posibles, en esencia dos: una o dos vueltas. Tan democrática la una como la otra, con sus pros y sus contras. Pues bien, que ellos decidan, que para eso tienen voto individual y secreto, y bien caro que costó. Pero la comisión ha optado en el último momento por proponer una fórmula extraña, una especie de vuelta y media, sin antecedentes conocidos. Es de creer que por un exceso de precaución ante lo imprevisible. Lo que se propone es una primera y única votación sobre los cuatro candidatos, y una segunda sobre el ganador, más la ejecutiva que presente. ¿A qué vendrá esto? ¿A quién aprovecha? Pronto lo sabremos.

El objetivo proclamado es que de esa forma la dirección colegiada podrá ser lo más representativa e integradora posible. Pero a nadie medianamente avisado se le escapa que, en la práctica, eso puede conducir a justamente lo contrario y que se quería evitar: a una noche agónica de forcejeo entre bastidores, donde cada familia o baronía vuelva a hacer valer el peso de su influencia en términos expeditivos. Estaríamos en lo de siempre. Con un agravante: que el secretario general sería un rehén del aparato. No parece que eso sea lo que se espera de este congreso -salvo por los enemigos del PSOE-, y espero que alguien haya previsto el antídoto contra tamaño peligro. El mero hecho de que el procedimiento no satisfaga a dos de los cuatro candidatos, debería hacer reflexionar un poco más, en busca de una opción más matizada en la que estuvieran de acuerdo los cuatro. (¿Por qué no, por ejemplo, una segunda vuelta con los dos más votados en la primera, más sus respectivas ejecutivas?). A la delegación andaluza, que por algo aporta casi un tercio de los votos, le podría corresponder ese último esfuerzo, también.

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