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Crítica:GREC 2000TEATRO - MISURA PER MISURA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un merecidísimo aplauso

Shakespeare es siempre un placer. Aunque no estaría de más que, de vez en cuando, acudiéramos, para variar, a algún otro clásico, para no quedarnos encerrados en el círculo vicioso de una magia teatral profundísima con la idea de que sólo existe el único, el inefable. Medida por medida no es, además, una obra que no se haya visto en Barcelona (Cheek by jowl, primero; Calixto Bieito, después). Con todo, es cierto que la versión italiana del Teatro Garibaldi di Palermo - Teatro de Europa es un gozo, que la versión fluye por sus vericuetos tragicómicos con la claridad de un riachuelo y que el público se lo pasó (riendo algunas morcillas oportunas del veterano actor y director Carlo Cecchi) tan ricamente. Buen teatro, sin apenas escenografía. Actores y palabras para sondear el universo sin fondo de Shakespeare.Medida por medida es una reflexión sobre el hombre y las leyes humanas que lo gobiernan. El Duque de Viene se ausenta de la ciudad y deja en manos de Angelo, hombre de aparente gran rectitud moral, el gobierno de la ciudad. Las primeras disposiciones de éste, en aplicación de leyes que han quedado como papel mojado desde tiempos inmemoriales, mandan a un joven al patíbulo por haber gozado y dejado preñada a su amada. El condenado acudirá a su hermana, joven novicia, para que interceda por él ante Angelo, quien, cuando con las súplicas de la joven siente que la tiene en sus manos, se desata en él una pasión carnal incontenible. Tragicomedia, Medida por medida acaba bien por un pelo, gracias a las intrigas, casi tejemanejes, del duque disfrazado de monje quien ve cómo se desata la perversión de su pupilo. Entre risas y sobresaltos se llega a un final con boda múltiple, que ésa es la felicidad de la comedia barroca.

Misura per misura

De Shakespeare. Dirección: Carlo Cecchi. Intérpretes: Carlo Cecchi, Elia Shilton, Sante Maurizi, Vito di Bella, Arturo Cirillo, Antonio Alveario, Vincenzo Ferrera, Alessandro Baldinotti. Teatre Lliure, 17 de julio.

Lo mejor de la versión de Carlo Cecchi es que acentúa el tono de comedia. Interpreta, él mismo, a un duque improvisador y marrulero, divertido, que parece salido de una pieza de De Filippo antes que de un severo tratado moral, y maneja a los personajes con alma de titiritero. El resto de los personajes hace un trabajo sobrio, inteligente, y los rufianes, con el aire inconfundible del rufián italiano (I soliti ignoti), son una diversión añadida.

Montaje dignísimo, perfectamente adecuado, por estilo y nivel, para estar en el Lliure. Con el italiano existe la ventaja de que la barrera del idioma se diluye y de que el público sigue sin problemas el discurso al pie de la letra. Tal vez sea lo mejor de esta presencia masiva del teatro italiano en el Grec, darnos cuenta de que Italia también existe y que no se reduce a los grandes nombres de siempre. Un lazo que valdría la pena cultivar en el futuro. Pero, a ser posible, sin Shakespeare como Celestina. A los actores, el día del estreno, se los veía felices con los aplausos del público. No las tenían todas consigo, pero Palermo en Barcelona se llevó un merecidísimo aplauso.

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