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Un informe encargado por Educación a varias universidades desaconseja la jornada continua

La jornada continua -de nueve de la mañana a dos de la tarde- en los colegios perjudica a las familias con menor poder adquisitivo, agota a los alumnos y sólo favorece objetivamente al profesorado. A esta conclusión ha llegado el grupo de docentes universitarios a quienes la Consejería de Educación encargó hace más de seis meses un informe sobre el cambio de horario. El estudio señala que no hay datos que prueben la incidencia, para bien o para mal, de la jornada continua en el rendimiento escolar. Sólo 63 colegios de la región funcionarán con este horario el próximo curso.

El estudio ha sido elaborado por ocho profesores de varias universidades españolas, dirigidos por el catedrático de Salamanca Mariano Fernández Enguita a partir del análisis de proyectos de jornada escolar de diversos centros educativos, entrevistas con padres, sindicatos, autoridades y expertos en educación y visitas a una veintena de colegios donde ya rige la jornada continua. El próximo curso, 63 de los 1.450 colegios de la Comunidad de Madrid (un 4,3%) tendrán horario intensivo. La mayoría de esos centros con jornada continua están situados en Alcalá de Henares, un municipio donde la mayoría de asociaciones de padres de alumnos reivindicó al comienzo del curso que acaba de concluir el horario intensivo para sus hijos. Presionaron al Gobierno regional con numerosas concentraciones y manifestaciones por las calles de Alcalá e incluso dejaron de llevar a sus hijos al colegio. Pero todo fue inútil. La Consejería de Educación se negó a autorizarles el horario continuo.

Para lograr el permiso de la Comunidad, estas asociaciones de padres han debido cumplir una serie de requisitos como garantizar el acuerdo de todos los sectores educativos de cada centro, garantizar el mantenimiento de los servicios de comedor y transporte escolar, elaborar un plan de actividades extraescolares y asegurar la presencia de profesores al menos dos tardes por semana.

Éstas son algunas de las conclusiones del informe encargado por el Gobierno regional a los profesores universitarios:

- Rendimiento. Los datos disponibles son escasos, según reconoce el estudio, y "no permiten inclinar la balanza hacia ninguna de las dos opciones". En cualquier caso, los autores afirman: "La concentración del horario significa intensificación, prisas, una escuela-fábrica en la que no cabe perder ni un minuto... O, en contra de lo prometido, menos horas reales de actividad escolar, ya que los alumnos precisan pequeños descansos, programados o no".

- Actividades extraescolares. Según los profesores que han analizado los posibles efectos de la jornada continua, "arrancan con fuerza en el primer año de implantación, pero luego entran en decadencia". Además, el horario continuo favorece a las familias con mayor poder adquisitivo, que pueden pagar a sus hijos clases de informática, idiomas o deportes por las tardes. La Consejería de Educación ha establecido para el próximo curso ayudas públicas para las actividades extraescolares de aquellos centros que apliquen la jornada continua, de manera que se puedan conceder becas.

- Vida familiar. En general, y en contra de lo argumentado por los partidarios de la jornada intensiva, la relación entre padres e hijos "no ha mejorado" en los colegios que han concentrado el horario. "Se gana calidad allí donde había una familia dispuesta a recibir a los niños a mediodía, pero se crea un problema donde los horarios familiares no lo permiten".

- Funcionamiento de los centros. La atención a los padres tiende a concentrarse en la mañana. Se pierden los ratos informales que surgían de la jornada partida, más espaciada. La coordinación entre docentes "se adapta mal al nuevo ritmo". Además, no se constata que los profesores aumenten su formación por el hecho de tener la tarde libre.

- Intereses. Según los autores del informe, los grupos beneficiados por la jornada continua son dos: las "clases medias funcionales (funcionarios, técnicos, oficinistas)", que otorgan mucha importancia a completar la educación básica con materias como idiomas, informática, música o deportes (para lo cual necesitan tener las tardes libres), y los profesores. "El gran error de someter el asunto a un mecanismo de decisión colectiva", dicen los autores, "es que hay un grupo [el profesorado] que es a la vez juez y parte" y que presiona para conseguir el cambio de jornada. "La concentración horaria", concluyen, "puede ser un derecho del alumno, pero nunca del profesor".

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