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El final de una época en México.

Es fácil comprender que los mexicanos hayan querido ante todo desembarazarse del régimen de partido único que aplasta la vida política de su país desde hace 70 años. La amplitud del triunfo del candidato del Partido de Acción Nacional (PAN), Vicente Fox, muestra la prioridad dada por los mexicanos a la ruptura con el sistema del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Incluso se puede comprender que intelectuales tan reputados como Jorge Castañeda hayan tomado parte activa en la victoria de Fox. ¿Por qué no esperar, como él, que el candidato de derechas realice una política de centro-izquierda, dado que tantos políticos electos de izquierdas realizan una política de derechas? De todos modos, la desaparición del Estado-PRI era necesaria.Y, sin embargo, estas interpretaciones favorables a la victoria del candidato del PAN, desde hace mucho tiempo en ascenso, ya que gobierna en 11 Estados, no me satisfacen por completo, e incluso suscitan en mí inquietudes o pesar, aunque sea absurdo dar la voz de alarma cuando la gran mayoría del México moderno, especialmente en el norte, ha querido liberar al país de la corrupción y del clientelismo del PRI.

Y por dos razones complementarias. La primera es que el poder omnímodo del PRI ya ha desaparecido y que su candidato, Labastida, ha realizado su campaña en pie de igualdad con Fox y Cárdenas, del Partido Reformista Democrático (PRD). México ha abierto al mismo tiempo su sistema político y sus debates públicos. No existe ningún país en todo el continente donde el despertar de la vida y de los debates públicos sea tan visible e intenso como en México. Este despertar es más rápido y más ardoroso que en Argentina, en Chile o incluso en Brasil. El PRI de la reciente campaña electoral ya no era el de hace 20 años. Me responderán que, en este campo, es mejor ir rápido y cortar por lo sano. Aquí es donde interviene mi segundo argumento. En numerosos países vemos los sistemas políticos desbordados por movimientos cuyo único programa es el cambio. La victoria de Fox va más allá del PAN y, sobre todo, de la base católica conservadora, que tiene un peso tan grande en Guadalajara. Se trata más de una protesta contra el sistema político que de un nuevo programa político. Y esta debilidad en la orientación política del movimiento se asocia muy bien a la política de acercamiento acelerado con Estados Unidos, que lleva incluso a desear que el ALENA, el mercado común de América del Norte, siga la vía del Mercado Común que tan rápidamente se convirtió en la Unión Europea.

El resultado de las elecciones que acaban de poner fin al largo reinado del PRI habría podido preparar un refuerzo de la acción política y de la intervención del Estado en un país cuyo crecimiento -como el de Chile- no ha reducido la desigualdad social. Se anuncia lo contrario. Una reducción del peso del Estado es útil, a pesar de que el sector público haya sido tradicionalmente débil en México, pero ¿qué se pondrá en su lugar si no es un refuerzo de la incorporación de México en la América del Norte, lo que sólo puede debilitar las posibilidades de regulación de la economía y de la sociedad? En efecto, de Perú a Ecuador, pasando por Colombia y Venezuela, este populismo antipartidos se explica en primer lugar por la descomposición del sistema político. Se puede incluso imaginar que, en pocos años, esta reacción afecte a Brasil y, antes que a él, a Italia, por no hablar de Austria y de los peligros que Francia vivió durante el apogeo del movimiento de Le Pen.

Deseamos una renovación de la vida pública, su apertura a las demandas de los sectores más desfavorecidos; pero ¿podemos pensar que un programa únicamente negativo, el final del sistema político actual, anuncie su renovación? Esta crítica va dirigida a todas las categorías del populismo, civil o militar, esté catalogado a la derecha o a la izquierda. No tengo más confianza en Chávez que en Fujimori. Veo en más de la mitad de Latinoamérica un desbordamiento de los marcos políticos, comprensible y peligroso al mismo tiempo. También veo que el sistema político cada vez tiene menos en cuenta las reivindicaciones sociales, lo que acompaña el declive acelerado del capitalismo.

Esta descomposición de lo político va de la mano del avance de los grandes conglomerados económicos mundiales. Al igual que es peligroso dar prioridad a la caída de un régimen ya vacío de su sustancia y alentar de este modo la unión ya demasiado fuerte entre un vago populismo y el liberalismo económico.

¿Cuál será el efecto de la decisión mexicana para el conjunto de Latinoamérica? Ante todo, que ésta existe cada vez menos, aunque la pertenencia de México a la cultura latinoamericana es tan fuerte que uno se imagina mal a Latinoamérica sin México. Al sur de México, la vasta zona andina ya no es gobernable ni gobernada. Queda entonces Mercosur y sus intentos de arrastrar a Chile y a Bolivia consigo en vez de dejarles lanzarse a los brazos de EE UU. Seamos todavía más precisos: Mercosur depende hoy de la política brasileña y Argentina se ahoga con un tipo de cambio irreal y ha estado tentada de lanzarse a una dolarización completa. A mucha gente, el Brasil de Fernando Cardoso le parece tan ajeno a toda esperanza de reforma como indiferente a la pobreza masiva en el país, y dominado por la oligarquía. Y, sin embargo, este país, al que pueden ser asociados Chile y Argentina, es el único que se resiste a su incorporación completa en la zona de influencia estadounidense, y que ha realizado algunas reformas importantes, en especial, en el campo de la educación, y, además, tras salir muy mermado de una crisis monetaria que habría podido ser fatal para él. ¿Qué otra opción existe hoy en Latinoamérica salvo la que opone a unos populismos aliados del liberalismo económico mundial y la búsqueda de una tercera vía, más de centro-derecha que de centro-izquierda, como también es el caso en Europa? Lo cual deja sin voz y sin peso a lo que se llaman las clases populares, obreros, empleados, docentes o personal sanitario. Para resistir a la tendencia populista que desarma al sistema político y la capacidad de intervención del Estado, no hay que buscar una ruptura del centrismo actual, sino más bien reforzar a todos los países en su capacidad de expresión de las demandas populares. Si la presidencia de Fox en México alcanza mejor este objetivo que en los otros Estados de la región, reconoceré mi error; deseo incluso equivocarme, pero soy muy reacio a considerar la alternativa "a la mexicana" como una vía real para la creación de una verdadera democracia en el conjunto del continente.

Alain Touraine es sociólogo y director del Instituto de Estudios Superiores de París.ALAIN TOURAINE

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