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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Atentado en Madrid

ETA estampó ayer en el corazón de Madrid su firma habitual -un coche bomba con unos veinte kilos de explosivos-, coincidiendo con el tercer aniversario del asesinato del concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco. La organización terrorista repetía el método seguido cinco años atrás en el mismo escenario. Entonces se cobró la vida de un policía municipal; ayer causó nueve heridos, uno de ellos grave. Es el segundo atentado que ETA comete en la capital de España tras la ruptura del alto el fuego. El aviso previo y la hora de la explosión, a las seis y media de la mañana, no pueden servir de atenuante. La ausencia de víctimas mortales es más el resultado de un azar afortunado que de la voluntad de los terroristas. No es un dato insignificante que la explosión se produjera antes de la media hora anunciada por los comunicantes anónimos. No se sabe si por un fallo del temporizador fijado a la carga explosiva o, como han deducido los responsable policiales, porque el objetivo de los terroristas fuese matar a los miembros del equipo policial enviado para su localización y posible desactivación.

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Poco nuevo cabe comentar sobre la naturaleza genuinamente fascista de los actos de ETA y sobre su estrategia de imponer mediante el terror sus objetivos soberanistas al conjunto de los habitantes del País Vasco. Desde la ruptura unilateral de la tregua, el pasado mes de diciembre, la organización terrorista ha encadenado siete atentados, con resultado de cinco víctimas mortales, que, sin duda, serían más si no se hubieran interceptado dos furgonetas cargadas de explosivos y desarticulado un comando que preparaba un atentado en Bilbao.

A medida que se ensancha la estela terrorista resulta más injustificable que el PNV se revele incapaz de romper totalmente sus lazos políticos con quienes, como HB o EH, han demostrado su icapacidad para elaborar un discurso autónomo de ETA. No debe extrañarse, pues, el partido nacionalista de que en momentos dramáticos como el vivido ayer las miradas de los ciudadanos converjan hacia él y le recuerden la profunda contradicción en la que vive mientras no tenga el coraje de desandar un camino que no sólo no lleva a la pacificación de Euskadi, sino que tiende a romper en dos la sociedad vasca. El PNV no puede permanecer sordo al mensaje que le llega de todos los que están amenazados por el solo hecho de no ser nacionalistas. Y ya no basta con dejar en suspenso el Pacto de Lizarra o los organismos creados en ese marco. La asamblea que celebra el PNV esta misma semana es una nueva ocasión para dar pasos decisivos que de una vez rompan cualquier lazo con los terroristas y sus abanderados políticos.

A la luz de la amenaza permanente de ETA y del reguero de muerte y sufrimiento que deja tras de sí, querellas como la suscitada por el trasvase de información entre las fuerzas de seguridad del Estado y la Policía Autónoma Vasca resultan sencillamente irresponsables. Por ello, hay que felicitarse del acuerdo entre los Gobiernos central y vasco para compartir la información sobre ETA que obtengan por sus propios medios, tanto la Guardia Civil y la Policía Nacional como la Ertzaintza. Cualesquiera que sean las diferencias políticas entre los Gobiernos de Madrid y Vitoria y los intereses electorales de los partidos que les apoyan, no tiene justificación alguna que se ponga en entredicho una colaboración institucional legalmente obligada y de la que depende la seguridad de muchas personas.

Siendo alentador que los conductos de colaboración institucional entre Madrid y Vitoria se reactiven, también es hora de pedir eficacia a las fuerzas de seguridad en su conjunto. Hace cinco años, cuando se produjo otro atentado en el mismo lugar, el entonces jefe de la oposición, José María Aznar, hizo una apelación en este sentido al Gobierno socialista y fue más lejos en sus críticas. Por ello, los ciudadanos estamos legitimados para recordarlo hoy: la normalización institucional es imprescindible para que el clima político rebaje su insoportable tensión, y puede reforzar la predisposición de un sector del PNV a desligarse de una vez de planteamientos no democráticos sobre el futuro del País Vasco. Pero también es urgente la eficacia policial.

El espíritu de Ermua, nacido hace tres años, expresa la profunda determinación de la inmensa mayoría de los ciudadanos a no someterse al chantaje permanente de ETA. Para aplicarlo no se puede ser tolerante con los intolerantes. A los asesinos hay que detenerles y juzgarlos. Para que la sociedad recupere su moral y la normalidad.

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