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TOUR 2000 Quinta etapa

Wust se doctora en Vitré

El 'sprinter' alemán, ganador de 12 etapas en la Vuelta y de una en el Giro, logra la primera en el Tour

El día siguiente fue un día de exhibición. El equipo ganador se puso al frente y fue recibiendo el homenaje espontáneo de todos los habitantes de los pueblos y villas por los que pasaba. Pedaleo alegre y ligero, ayudado por un ligero viento de espaldas, formación en flecha, uno de blanco, otro de amarillo, siete en gris, relucientes bicicletas amarillas, orden y simetría, los ciclistas del ONCE disfrutaron de su victoria de la víspera, gozaron del premio, del primer día de liderato. Tan sencilla como eso fue la etapa. Rutina respetada: innumerables intentos de corte hasta que, como suele decir Arrieta, se hizo el corte bueno; más calma en el pelotón, el ONCE al frente, control a distancia y sin agobios; tres, cuatro minutos de ventaja para los fugados; dejad que se deshagan en su propio jugo; cocimiento confitado, que dicen; y así. Así atravesaron de lado a lado la Bretaña, el Morbihan, el Finisterre y la Armórica. Y a 25 kilómetros de la meta, con los fugados ya a tiro, el ONCE, misión cumplida, se retira, se deja engullir en la panza del pelotón. Aplausos, plas, plas. Que empiece la etapa de verdad.La etapa de verdad, sin embargo, ya había empezado mucho antes, hacia el kilómetro 50, cuando los fogosos y habituales Dekker y Voigt (tres fugas en tres días), más los resueltos Demarbaix (sobrino de Criquielion, el director de su equipo, el Lotto), Moerenhout (el único del Farm Frites que parece querer exhibirse) y Rafael Mateos, el vizcaíno de Bustinza que no se conforma con llevar de forma anónima el farolillo rojo de último clasificado, se escaparon. Cumplieron su misión, sudaron, se esforzaron y, eso es de lo que se trataba, dieron sentido a la caza sostenida del pelotón. Algunos se cansaron antes que otros: Mateos dejó pronto de relevar; Demarbaix se hartó de tener a su tío todo el día encima, y a Moerenhout la voluntad no le dio más de sí. Cuando desperdigados fueron cazados, el pelotón pasó dejándolos aún más aplanados. Sin consideración los dejaron tirados y a su aire, contra el aire. Les dejaron en la posición ideal para culminar la jornada en simetría: llegaron en solitario, pero por detrás, a más de siete minutos. Su retirada de escena coincidió con el comienzo de la etapa de verdad.

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Cuando el ONCE lo dejó, los del Festina, no muy felices por lo de la víspera, organizaron su propia contrarreloj por equipos. Los fugados, ya una pareja, andaban con un par de minutos de ventaja. Un rápido cálculo, y a por ellos. Pero cómo se resistieron los condenados, cómo Voigt y Dekker, formidables rodadores, se agarraron a la parte baja del manillar, exigieron a sus pulmones hasta reventarlos, machacaron sus músculos hasta dejarlos inservibles. Cómo forzaron al pelotón. Cómo destrozaron al Festina, que no llegaba a cazar, que no llegaba. Entraron más equipos a ayudar. También el Mapei con Fred Rodríguez. Última curva, 1.400 metros para la meta, ángulo recto. Ni una caída (el esloveno Klemencic y el italiano Crepaldi), que produjo el consiguiente corte (Ullrich y Armstrong, entre los 30 de delante; Olano 8 segundos de retraso; todos los demás, 10) pudo frenar los instintos. El galgo y la liebre. Imposible escapar. A 450 metros, capturados. Quedaba, sin embargo, toda la etapa por delante. 450 metros, 20 segundos, todo un mundo. Varios sprinters, varias historias entrecruzadas.

A Zabel, una vez más, su Wesemann lo soltó demasiado lejos, pero con Steels su Zanini no se portó mucho mejor, peor todavía, intentó traicionarlo: el lanzador no cesó en su esfuerzo sino que siguió y siguió, quiso ridiculizar a su jefe, y logró quedar tercero. El movimiento de esta extraña pareja del Mapei sucedió por la izquierda. Detrás de los dos iba Marcel Wust, muchacho alemán, inteligente, culto y políglota. Corre para el Festina. Pensando en él había reventado su equipo. Y él tenía 20 segundos para justificarlo. 20 segundos. 50 pedaladas. Y un salto felino. Viéndose abocado al desastre si seguía la rueda mapei, Wust, experto ganador en la Vuelta (12 etapas) y hasta en el Giro (una), pero nulo en el Tour, de un golpe de fuerza increíble saltó hacia la derecha, se pegó a la rueda del pobre Zabel, lo superó casi con el mismo impulso. Ganó. Por fin, a los 33 años, en su 12ª temporada de profesional, el gran Wust logró ganar una etapa del Tour.

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