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Tribuna:EUROCOPA 2000 | LA OTRA MIRADA
Tribuna
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El Zorro Zidane

¿Se han fijado que Zinedine Zidane es un caramelo fonético para los periodistas? Todos se llenan la boca no sólo con su apellido sino también con su nombre. Parece como si esa doble zeta pronunciada a la catalano-francesa (con permiso de la Real Academia Española de la Historia), saciara el hambre de dicción de los que se dedican a la información deportiva. Zinedine Zidane por aquí, Zinedine Zidane por allá, y todo sin caer en la tentación de pronunciarlas a la española: Cinedín Cidán.¿Por qué tiene derecho Zidane a nombre y apellido mientras que Figo sólo es Figo, Paco sólo Paco y Overmars sólo Overmars? ¿Discriminación? ¿Culto a la estrella? Claro que, en el mundo de las retransmisiones, existe la costumbre de ganar tiempo diciendo nombres y apellidos. Así, Camacho es a menudo José Antonio Camacho, pero no siempre, depende del humor del profesional de turno. Zinedine Zidane, en cambio, siempre es Zinedine Zidame. ¿Por qué? Yo lo atribuyo al poderoso influjo de la letra zeta, doble, para más inri. Y así como en España abundan las zetas finales, de furgón de cola, las dos zetas que Zizou luce en su mestiza estructura identitaria producen una fascinación estereofónica en los comentaristas ávidos de nuevas sensaciones.

El Zorro, con la punta de su espada, siempre dejaba constancia de su paso por el mundo -rasgando pecheras de bigotudos caciques y blusas escotadas de pechugonas doncellas- con una zeta que era firma y tatuaje a la vez, el único anagrama más famoso que el de Nike. En el caso de Zidane ocurre exactamente lo mismo que con el espadachín. Con afán justiciero, Zidane sabotea los dibujos tácticos de la estrategia falsamente científica y crea un orden nuevo moviendo el balón de un modo que nos descubre espacios libres allí donde nunca los hubo (hay que remontarse a Laudrup para encontrar tanta creatividad espacial). La zeta de su nombre y de su apellido resume la geometría de un estilo de juego que brilla, entre otras cosas, porque es distinto al de los demás. Esa capacidad para ir hacia delante, girar enseguida a la derecha, retroceder en diagonal con el balón en los pies, virar perpendicularmente en sentido contrario y, de repente, detenerse a contemplar el terreno recorrido está contenida en el trazo simétrico de una zeta que, sin renunciar al aspecto combativo del juego pero realzando sus elementos más estéticos, ha sido, con independencia de los resultados, lo mejor de esta Eurocopa. Dentro de unos años, nos costará recordar quién ganó y, en cambio, el juego desplegado por Zidane pervivirá en nuestra memoria.

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