Cacharrería
A la historia le ocurre lo que al periodismo: hay que explicar qué, quién, cuándo y dónde para afrontar el cómo y el porqué. La Real Academia del ramo ha puesto en duda que en los institutos se esté aplicando coherentemente esa secuencia. Hasta aquí, habría poco que objetar. La polvareda que ha levantado el informe de la carpetovetónica institución surge de su miedo a que se esté desdibujando el "proceso histórico español" en beneficio de la "visión particular" de cada comunidad autónoma, como si en ello no estuviese implicado ningún qué, ningún quién, ningún cuándo, ningún dónde, ningún cómo y ningún porqué. Sostener que "la historia de España es innegable" y que los "aspectos propios de cada territorio español" tienen cabida, "aunque en su justa medida", no plantea, como ha señalado el profesor Enric Ucelay-Da Cal, un combate histórico, sino político sobre la cultura cívica que hay que fomentar, un terreno en el que, hoy por hoy, nada es "innegable". En una de sus amenas andanadas contra la "cacharrería de la historia", se preguntaba Joan Fuster en los años setenta "si una posible historia de España aún por hacer ¿no debería comenzar ahí, en una tabula rasa de prejuicios y preconceptos?". ¿Cuándo se supone que empezó a existir España? ¿Con Carlos I o Felipe II? ¿Con los Reyes Católicos? ¿Con el absolutismo borbónico y su liquidación de los fueros? ¿Toda la peripecia de la Corona de Aragón es sólo una peculiaridad regional? Claudio Sánchez Albornoz consideraba frente a Américo Castro que Séneca y los reyes godos fueros "españoles". ¿Lo eran los papas Borja, tan maltratados por el imaginario cultural dominante? La historiografía ha conseguido avances, se ha abierto y se ha especializado tanto en las últimas décadas, aun sin dejar de ser un "género literario", que el planteamiento de la entidad dirigida por Gonzalo Anes parecería una ingenuidad si no fuera porque hay algo más. Ya advertía Fuster contra aquellos para quienes España no es una historia a "dilucidar" sino un "problema" o un "programa", lo cual no encaja con el supuesto rigor científico. Desde luego, no es la preocupación por la ciencia lo que ha llevado a la Academia a ponerse a hacer ruido otra vez con la cacharrería.
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