Vulnerable y leñera
España encajó un gol cada dos disparos y dejó el torneo como líder en faltas cometidas
Que España cambió su filosofía de juego durante el torneo es algo incuestionable. Los números, sin ser categóricos al respecto, dejan entrever datos que arrastran a esa conclusión. Se convirtió el español en un equipo pródigo en faltas, que apeló en más ocasiones de las esperadas al ollazo, sin duda arrastrado por el hecho de que en tres de sus cuatro partidos jugó con el marcador en contra. Y fue, sobre todo, un equipo de manos blandas bajo los palos. A sus adversarios les bastó rematar en 14 ocasiones a portería para conseguir siete goles. Ninguna selección fue tan frágil como la española. A Noruega le bastaron dos tiros para conseguir un gol; a Eslovenia, cuatro para uno; más lejos fue Yugoslavia, que remató en cuatro ocasiones e hizo tres goles; y en fin, que Francia, sin esmerarse en la tarea -cuatro remates- logró dos tantos. Sólo el portero alemán tuvo menos trabajo que Molina y Cañizares. A Kahn le dispararon 10 veces, le hicieron cinco goles y Alemania se fue a casa antes que España. - Líder en faltas. No fue la española, antes de llegar a la Eurocopa, una selección que se caracterizara por su dureza. Muy al contrario. Existe un ejemplo suficientemente ilustrativo: en el último amistoso de cierta enjundia disputado por los de Camacho, ante Italia el pasado mes de marzo, España sólo cometió 12 faltas, justo la mitad que su rival. Pero en el Europeo todo cambió. Quizá porque la mayoría de los partidos se pusieron cuesta arriba, el caso es que España fue un equipo de choque, que hizo más faltas que cualquier otro competidor (88, a una media de 22 por encuentro), y que también recibió más que ningún otro (96).
- Robos en defensa. Con los números en la mano, podría concluirse que el cuadro español fue hábil en la recuperación del balón. Lo hizo en 272 ocasiones, sólo superado por Rumania y Francia. Sin embargo, ese concepto cojea si se tiene en cuenta que tres de los cuatro jugadores más constantes en la tarea fueron los centrales, Hierro, Paco y Abelardo, lo que indica dos hechos: que los rivales no tuvieron problemas a la hora de acercarse al área española, y que esos tres futbolistas estuvieron prestos a la hora del despeje.
- Mendieta, el mejor rematador. España encajó los mismos goles que marcó (siete y siete). Pero mientras para los primeros bastaron 14 remates a portería, para los segundos fueron necesarios 24. De ellos, siete salieron de las botas de Mendieta, el mejor cañonero del equipo. Y el de más puntería. Porque de los 17 disparos de Raúl, sólo cinco fueron a puerta. En cambio, Mendieta lanzó 11 veces, dos fueron a gol y los otros cinco fueron detenidos por el portero rival.
- De cabeza, nulos. ¿Para qué le ha servido a la selección convertirse en el conjunto del torneo que más remata de cabeza? Sencillamente para nada. En 14 ocasiones cabecearon los españoles y en ninguna de ellas consiguieron marcar. En esa tarea, Urzaiz se elevó por encima del resto -cuatro cabezazos ejecutó-, pero ninguno de ellos se recordará. Lo contrario que la dejada que permitió a Alfonso conseguir el agónico 4-3 ante Yugoslavia.
- Las bandas. No resulta posible buscar diferencias entre la capacidad atacante de España por una banda o por otra. No las hay. 60 veces llegó el balón al área rival enviado desde la izquierda y 59 desde la derecha. Nadie centró tanto al área como España. De los siete goles logrados, cuatro nacieron por la derecha y uno por la izquierda. Los otros dos goles se consiguieron de penalti, apartado donde España se fue del torneo como líder. Nadie lanzó más (tres) y a ningún jugador le hicieron tantos como a Abelardo (dos). Y precisamente un penalti fallado la echó del torneo.
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