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Renovación

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLA

Al ritmo que se está desarrollando el proceso de renovación en el que está hirviendo el PSPV, a Joan Lerma se le está a punto de colgar el banderín de renovador. Es cuestión de semanas. Quizá de días. Los que fueron los más significados de los suyos ya hace tiempo que se embutieron este envoltorio para amortiguar el golpe del bache electoral y adaptarse a los nuevos formatos de la vida orgánica. En el fondo, la biología se rige por estos parámetros: las coyunturas geológicas van modificando las condiciones medioambientales y la flora y la fauna adecuan sus organismos a la nueva realidad. Sin embargo, el proceso de renovación del PSPV, por humano, es más perverso. Incluso algunos aprovechan el lío de cables para adaptar la causa a sus efectos, sin más objeto que blanquear no pocas responsabilidades adquiridas en la catástrofe local del partido. No seré yo quien diga que Ciprià Ciscar es un santo -la santidad, como ya se ve, tiene otros cauces y beatos para aclamarla-, pero convertirlo en vertedero de toda la basura originada en los años en que la mayoría de los actuales renovadores ocupaban despachos oficiales con mucha influencia, es simplemente malversar la historia del socialismo valenciano. Como lo sería encauzar el futuro de la organización en base a un sustentáculo purulento como un censo que no se corresponde con el número de afiliados, que en realidad se reduce a más de la mitad de los que cuentan en la documentación. Hinchar el número de delegados a los congresos en base a "un germen de mentira", por decirlo con palabras del presidente de la gestora, Francisco Granados, quizá pueda suponer una operación de rápidos rendimientos personales (todo es poco para algunos, con tal de llegar a las vísperas de la jubilación), aunque al elector le quede la duda de qué no serán capaces de hacer con los dineros públicos quienes se han mostrado capaces de todo por sustentarse en una perversión tan básica como el número de militantes y el modo de enjugar los impagos. Pero a estas alturas de la refriega, hablar de estas cosas es poco menos que "intentar generar el caos en el seno del PSPV", lo cual no se sabe si cae más cerca del eufemismo o de la redundancia.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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