Viaje a la Alcarria
Si es cierto que los mansos poseerán la tierra, los vecinos de Trillo (Guadalajara) tienen reservado un continente para ellos solos por aceptar, de buen grado, dos edificios que ningún otro pueblo acogería así como así: uno es la vieja leprosería, que aún hoy, por increíble que parezca, sigue albergando a 19 pacientes, en realidad ancianos ya curados que no tienen adónde ir. Y el otro es la central nuclear, que, como crea menos inquietud que puestos de trabajo, lo mejor que puede hacer el forastero es no hablar de ella y barajar.Por Trillo, como para compensar estas tristezas, pasa el Tajo, que aquí, antes de embalsarse en Entrepeñas, es aún un río limpio y de aire montaraz; corre también otro río, el Cifuentes, que poco antes de afluir al Tajo se despeña en mitad del pueblo en "una hermosa cola de caballo, de unos quince o veinte metros de altura, de agua espumeante y rugidora". La descripción y el cálculo (algo alegre) son de Cela, que en 1946, y en tal mes como éste, salió de Trillo en pos de las Tetas de Viana, dos cerros gemelos que el excursionista piensa atacar hoy sin más guía que Viaje a la Alcarria.
El camino es, pues, el mismo que anduvo Cela acompañado por el espolique Quico y la mula Jardinera ("es muy bueno viajar en burro, porque es todo ventanilla", bromearía después), si bien es verdad que asaz mejorado. Así, el "camino de cabras" de hace medio siglo se ha convertido en una calle asfaltada que es continuación de la principal de Trillo y que, tras salvar el Tajo por un puente de tiempos de Fernando VII, sube derecha bordeando una urbanización y se prolonga por una pista de tierra que atraviesa el circuito de motocross, da una larga torera al vertedero y gana el cerro de la Entrepeña, así llamado por los peñascos mondos que lo coronan.
Nada más rebasar la Entrepeña -consigna Cela, y es verdad- "aparecen erizadas, violentas, las Tetas de Viana... Tienen forma de cucurucho cortado antes de la punta y terminan, cada una, en una mesa de bordes rocosos y cortados a pico que deben ser difíciles de escalar".
Mas antes de arrimarse a ellas es menester cruzar unos cerretes tapizados de carrascas y encinas crecidas, donde, según el mulero Quico, "mataron una vez a uno...: primero le tiraron con postas y después le dieron lo menos veinte navajazos". Lúgubre noticia que Cela, con su flema de Trulock, apostilla diciendo que "el sitio está bien elegido, realmente es un sitio muy apropiado".
A la altura de un corral, la pista se bifurca: el excursionista toma entonces por el ramal de la izquierda para, a los pocos metros, abandonarlo y desviarse a mano contraria por un sendero jalonado con hitos (vulgo, montoncitos de piedras) que le va a permitir rodear ambas Tetas por la izquierda y atacar el collado intermamas no de frente, como sería lo más rápido, sino por detrás, por la vertiente que da a Viana de Mondéjar. Por allí, atajando a media ladera entre olivares abandonados, enlaza con una trocha que sube zigzagueando al collado y, ya por senda evidente, alcanza la escalera metálica que facilita la trepa a la Teta occidental.
De dicha Teta se cuenta que fue un observatorio durante la guerra civil y también un lazareto de animales enfermos, reses que los pastores subían a cuestas para que paciesen aisladas en la meseta y no contaminasen al resto, de modo que o se aclimataban o se aclimorían. Encumbrado sobre la Teta occidental, a 1.145 metros de altura, el excursionista ve muy cerca, hacia el sur, Viana de Mondéjar, "un pueblo de color amarillo recostado sobre un monte romo, casi negro"; hacia el este, la otra Teta, que es algo más chica; hacia el oeste, el desgarrado mar interior de Entrepeñas, y hacia el norte, las chimeneas humeantes de la central nuclear, que son como un reflejo siniestro de las Tetas de Viana sobre el espejo del Tajo, un amargo espejismo sobre los campos de color de miel de la Alcarria que pintó Cela.
Con botas y pantalón largo
- Dónde. Trillo (Guadalajara) se halla a 130 kilómetros de Madrid y tiene rápido acceso yendo por la autovía de Aragón (N-II) y desviándose por la N-204 rumbo a Cifuentes, Gárgoles y Trillo. Hay autobuses de la empresa Flora-Villa (teléfono: 91530 88 29) que llevan diariamente a Trillo desde Madrid (estación de Méndez Álvaro). - Cuándo. Paseo de 14 kilómetros (cinco horas, ida y vuelta por el mismo camino), con un desnivel acumulado de 300 metros y una dificultad media, recomendable en cualquier momento del año excepto en pleno verano. Sea cual fuere la épo-ca, habrá que llevar botas y pantalones largos para protegerse de las pinchudas aulagas.
- Quién. Agustín Faus describe con detalle esta excursión en la guía Las primeras montañas (edición de Esteban Sanz, también disponible en Libros Penthalón). Y, por supuesto, Camilo José Cela en su Viaje a la Alcarria; véanse los capítulos VI (Con el Cifuentes hasta el Tajo) y VII (Del Tajo al arroyo de la Soledad).
- Y qué más. El camino, al no estar señalizado, exige cierta experiencia senderista y llevar alguno de los siguientes mapas: hojas 22-20 (Cifuentes) y 22-21 (Auñón) del Servicio Geográfico del Ejército, o equivalentes (512 y 537) del Instituto Geográfico Nacional.
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