"Mi intención es que el texto sea como una partitura"
El indio quiere el Bronx, de Israel Horovitz; Trainspotting, de Irvine Welsh, o La naranja mecánica, de Anthony Burgess, son algunas de las obras con las que Eduardo Fuentes (Sidi Ifni, Marruecos, 1961) ha ido construyéndose la fama de buen director de escena de que hoy goza. Fuentes, que sobre el escenario ama el riesgo por encima de todo, imparte en Sevilla el curso Lectura para actores, dentro del Programa de Estudios Teatrales de Escénica que organiza el Centro Andaluz de Teatro (CAT). El director y autor de dos piezas de cabaret musical está montando con los actores que asisten a su curso la obra Notas de cocina, de Rodrigo García. La obra, que se estrenará el 19 de julio en la sede del CAT, es un espectáculo arriesgado, como todo lo que hace Fuentes, y desconcertante para el público.Pregunta. ¿Saben leer los actores?
Respuesta. A veces el actor se enfrenta a un texto por primera vez y se pone a actuar sin haberlo asimilado. Lo hace sin comprender que esas líneas llevan implícito un ritmo con unas intenciones y un sentido común que les ha dado su autor. Mi intención es que el texto sea como una partitura y el actor se enfrente a ella como lo hace un músico. Algunos actores están demasiado preocupados por transmitir sus emociones y no se dan cuenta de la importancia de la lectura.
P. ¿Quiere decir con eso que abusan del famoso método Stanislawsky?
R. En ocasiones, sí. Desde hace tres años, cuando dirigí Trainspotting, comencé a aplicar el sistema de dicción de los ingleses que no permite la interpretación. Entonces me di cuenta de que hay muchos actores que pasan por alto una buena lectura y, claro está, si no leen bien, ¿cómo podemos esperar que lo hagan mejor sin el papel delante?
P. ¿Se basa en este método de trabajo la obra que está montando con los alumnos de su curso?
R. Sí. Notas de cocina, que está basada en un libro del mismo título de Leonardo da Vinci, es una obra muy arriesgada para el público y no sé lo que va a pasar en Sevilla. Puede parecer desconcertante en la forma, lo complicado es cómo se dice el texto y cuánto se dice. Tiene un sentido del humor muy sutil. A los actores se les exige un gran virtuosismo a la hora de largar, aquí no hay posibilidad de actuar libremente, porque se trata de una sinfonía verbal.
P. ¿Cree usted que el teatro gana adeptos entre los más jóvenes con puestas de escena arriesgadas?
R. No lo sabremos nunca. Mi opinión es que el único teatro que atrae al público es el que está hecho con el corazón y con mucho talento. Aunque en estos casos también puede fallar.
P. ¿Está satisfecho con la repercusión de La naranja mecánica?
R. Al principio estaba contento; pero luego, te pasa como con todo, piensas que lo podías haber hecho mejor.
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