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La joya del 'Fortuna'

ANDREU MANRESA "Es un fórmula uno, un prototipo que implicó desafíos técnicos y de prestigio". Así presenta al vanguardista yate del Rey, el nuevo Fortuna, Javier Arce, director de los astilleros de Cádiz de la Empresa Nacional Bazán. Arce ha sido durante dos años el guardián de las entrañas y las líneas secretas del modelo, concebido para ser una espléndida y duradera embarcación de recreo y representación para el siglo XXI.

El barco, para uso y disfrute de don Juan Carlos y la familia real, y que servirá, además, para el desempeño de las funciones de representación institucional de la Corona y el Estado, es un regalo de 25 financieros y hoteleros de Baleares. Ellos pusieron 100 millones a escote y tuvieron la ayuda del anterior Gobierno autonómico, del PP, que destinó 460 millones de los presupuestos. El precio se estima en 3.000 millones de pesetas.

Entre los donantes figuran apellidos y familias del turismo local-multinacional como los Barceló; Escarrer, de Sol-Melià; Fluxà, de Iberostar-Camper; Ramis, de Grupotel; Rosselló-Roxa, de Blau Hotels; Matutes, de Ibiza de Fiesta; los Riu, de Riu-Hotels; Juan J. Hidalgo, de Air Europa; Gonzalo Pascual, de Spanair; Piñero, de Soltur; Carrillo, de Globales. Y tres pesos singulares, Antonio Fontanet, multiindustrial octogenario que fue negociante de tabaco; el editor Pedro Serra, y el potentado alemán Klaus Graf. La Banca March, Sa Nostra, Crédito Balear, la eléctrica Gesa-Endesa, más La Caixa y Argentaria, asumieron donativos, con pagarés a diez años. La Administración acordó compensar su gesto altruista con desgravaciones para sus declaraciones fiscales.

La mayoría de los patrocinadores oficializaron ayer al mediodía en Palma la donación de su obsequio al Patrimonio Nacional y accedieron luego a bordo del Fortuna -con el Rey ausente-, para extasiarse, en una única visita de puertas abiertas al palacio flotante.

El yate olía a nuevo y se balanceaba en el gris espejo del Mediterráneo. Las toallas blancas se exhibían con el escudo real bordado, e igual marchamo de prestigio familiar figuraba en sábanas y almohadas. El nombre de la embarcación está marcado en pan de oro bruñido a popa y los costados altos. Un óleo abstracto elegido por el Rey de Ramon Canet preside la sala.

"Es un bien público al servicio de la Casa Real", explicó el portavoz del Patrimonio, Javier Peña, que esquivó detallar el coste total de la operación, velocidad y autonomía de navegación del barco. Peña se jactaba de "haber recibido dos obsequios: un yate deportivo rápido y una pieza tecnológica de alto valor".

La proa afilada del yate del Rey degüella las olas como un proyectil, no en vano puede alcanzar los 130 kilómetros por hora. Superó, con una avería menor, una tempestad en el Estrecho y avanzó contra una tormenta en las molineras del cabo de Gata, dos hitos del complejo Mediterráneo que examinan a cualquier patrón y nave.

Mide 41,30 metros de eslora (el anterior Fortuna tenía 30,5 metros), lo que supone poder caminar por la cubierta, sin obstáculos, unos cincuenta pasos. La manga es de 9,20 metros, y la de su predecesor era de 5,8 metros. Tiene tres sistemas motores, con turbina de gas y agua y 24.000 litros de gasóleo en tanques. El viejo Fortuna, víctima de importantes averías en los últimos años, será desguazado en Cádiz. "El pobre, ya son cuatro latas escondidas", se le oyó decir hace tres meses al Rey.

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