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El oligarca que se salió del tiesto

La detención de Gusinski no resultaría tan alarmante de ser el comienzo de una campaña con las leyes en la mano contra los oligarcas, el grupo de magnates que sacaron provecho del tráfico de influencias y la venta a precio de saldo de media Rusia tras el derrumbe de la URSS. Putin dijo durante la campaña electoral que los exterminaría como clase parásita imbricada en el poder para exprimir al país. Algunos ya han puesto sus barbas a remojar, por si acaso son los siguientes en caer. Lo malo es que, para una vez que Putin se mete con un magnate, lo hace con el único que, a través de sus medios de comunicación, se ha atrevido a desafiarle, y ni siquiera con una oposición frontal, sino poniéndose a su servicio y con algo parecido a la objetividad periodística en temas clave como la guerra de Chechenia. Se especula con que si Gusinski pierde el grupo Most se lo apropie otro oligarca afín al Kremlin como Román Abramóvich, que no se adhirió a la carta de protesta hecha pública tras la detención por 17 magnates, varios de ellos próximos al poder.

En una charla con corresponsales extranjeros mantenida antes de su detención, Gusinski negaba que Most estuviese contra el poder, y se defendía así de las acusaciones de inmiscuirse en la vida privada de personajes públicos: "Que políticos y ministros acepten sobornos no es vida privada, y tampoco que participen en empresas comerciales a través de sus parientes".

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