_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Heras

Despulles, que es el título de la exposición que Artur Heras inauguró anoche en Bancaixa de Valencia, significa despojos, pero también nos ofrece una segunda acepción: trofeos. La naturaleza del torneo tras el que se recibe el premio ya queda a la libre interpretación. Y si convenimos con el artista que lo realmente valioso es la autenticidad creadora, la huida de la falsedad como fórmula reiterada una y otra vez en pos de lo comercialmente rentable, estaremos ante lo que los americanos llamarían "un campeón".En esta muestra antológica que él mismo ha comisariado "como si me hubiera muerto y la hicieran mis amigos", se ve que Heras nunca es el mismo pese a permanecer fiel a sí mismo: intelectual y técnico, cáustico, desmitificador, dubitativo, crítico ...y comprometido.

¿Que lo del compromiso suena a cosa antigua? Pues será el signo de los tiempos: sobrevivir a base de "anacronismos", con un adobe de ironía.

Hace más de un año, en un especial de Saó, tuve que recordar cómo conocí a Artur en 1977, tiempo de trabajos colectivos y exposiciones militantes en el que, junto a Boix y Armengol, el trío se nos presentaba no como un equipo, sino más bien como tres individualidades en diálogo. "Fuerzas compartidas y compatibles", en palabras de su amigo y maestro Joan Fuster.

El pop-art no le impedía diseñarnos vistosas y panfletarias portadas para un semanario lleno de cuatribarradas. Precisamente él, que al mismo tiempo producía aquella transgresora exposición llamada Bandera, con enseñas barbudas, petrificadas, de arroz, de neón, plegables... banderas con ruedas o momificadas... todo un sarcasmo en los años en que por un color de más o de menos te podían abrir la crisma.

Luego, Heras plantó las palmeras de la Mostra de Cinema y puso en marcha la sala Parpalló de la Diputación regida por Girona, una ventana al mundo antes del IVAM, desde donde sufriría el regreso de una caverna que aguardaba su hora. Así, Valencia perdió un gestor y recuperó a un artista capaz de convertir la presencia obsesiva de la muerte en esas calaveras (las calacas que habitan entre los difuntos mexicanos) sonrientes y cordiales.

Y en esas estamos. Del catálogo de Continuum me impresionó que Josep Monter hablara de "no vivir en función del futuro, ni del pasado, sino el presente desde el poso de las experiencias adquiridas por diversos caminos". Y Josep Vidal, cuando decía que "un mal tiempo es aún tiempo, ergo tiempo para lo mejor".

La exposición de Artur resulta terriblemente contemporánea, apasionada, vistosa... y "antigua" (lo son Franco brazo en alto, la hoz y el martillo...). No sé si ésto tiene que ver con su escasa presencia en los rumbosos circuitos oficiales.

Los alumnos de Rosa Serrano escribieron para el libro que una bandera es "un palo y un plástico", y que puede servir "para una fiesta", "para las puertas", "para las falleras y el coche del señor alcalde... y también para grupos de guerra y jugar a indios y vaqueros". Y, finalmente, "para la playa: si es roja quiere decir que te puedes ahogar".

Claro que no siempre es así, y en el proceso crítico de la creación el artista sobrevive a la corriente con más vigor que nunca. Pasen y vean esta retrospectiva hecha como si se hubiera muerto. Pero no, ni ganas. La última parte se llama Eppure si muove.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_