Polvorín yugoslavo
El empate ante Eslovenia refleja la crisis de la displicente y anárquica selección de Boskov
Yugoslavia está que arde. Su increíble empate frente al modestísimo equipo esloveno, que le zurró de lo lindo durante una hora, no ha servido para sofocar el pésimo tufillo que desprende el equipo, interna y externamente. Nadie lo ha expresado mejor que el zaragocista Milosevic, autor de dos goles en la ascensión final frente a Eslovenia: "Hay muchas mentiras entre nosotros y es hora de que nos veamos cara a cara y nos digamos unos a otros lo que tengamos que decirnos". El delantero aseguró haber pasado "la peor hora" de su vida. Stojkovic aludió a la "falta de ambición, agresividad y deseos de ganar" del equipo y la prensa balcánica calificó el choque como "una desgracia para el fútbol yugoslavo".Una desgracia previsible en un equipo caótico donde abunda la anarquía y cotizan los egos. Del caos organizativo da fe la ridícula gira asiática ordenada desde la federación que preside Miljan Miljanic días antes del torneo belga-holandés. "Una pérdida de tiempo", según la tildó la prensa local, "para cumplir con un torneo turístico-promocional". Por si fuera poco, Yugoslavia perdió 4-2 frente a la irrelevante selección de Hong-Kong.
Ya en tierras belgas quedó patente el escaso relieve del seleccionador, Vujadin Boskov, dentro del equipo. El primero en cargar fue el propio Milosevic, que no pudo disimular públicamente su enfado cuando advirtió que sería suplente de Kovacevic en el debú en la Eurocopa. Lo mismo que Dragan Stojkovic.
Lejos de motivar a un grupo de jugadores con poco sentido solidario, Boskov dio aire de pachanga al choque frente a Eslovenia: "Perder contra un país que tiene dos millones de habitantes y sólo practica el esquí, el tenis, el baloncesto y el balonmano, no sería una sorpresa, sino un castigo". Altivo como nunca, el eterno Vujadin se fió de los números: Yugoslavia tiene 10 millones de habitantes, 102.173 kilómetros cuadrados, 125.107 futbolistas, 2.799 clubes y 8.006 árbitros; Eslovenia ocupa 20.255 kilómetros cuadrados, no llega a los dos millones de habitantes, tiene 25.794 jugadores, 229 equipos y 912 colegiados. Una desventaja sideral. Pero esta vez Boskov se olvidó de que "fútbol es fútbol".
Alimentados por la crecida del técnico, los yugoslavos afrontaron el choque con una falta de aptitud pocas veces vista en un torneo de altos vuelos. Unos salieron con la cabeza en otro sitio -el oviedista Nadj fue padre ayer mismo- y otros teñidos de fiesta, como se advirtió en los cabellos de Mijailovic y Dejan Stankovic -ganadores de la Liga italiana con el Lazio-. Ante tal displicencia, a falta de nueve minutos para el descanso, con 0-1, Boskov retiró a Stankovic para dar entrada a un jugador de 35 años que levita en la Liga japonesa desde hace varias temporadas, Dragan Stojkovic, uno de los generales del vestuario yugoslavo.
De la apatía del equipo también fueron un claro exponente los otros dos grandes líderes: Mijatovic y Mijailovic. El ex madridista no remató ni una sola vez a puerta, por dentro o por fuera, con el pie o con la cabeza. Por no estar no estuvo ni en fuera de juego y ni siquiera cometió una falta. Mijailovic, por su parte, se hizo expulsar con todo el descaro del mundo. En el minuto 55, tres después del gol de Pavlin (0-2), se buscó la primera tarjeta amarilla; en el 57 regaló el tercer gol a Zahovic, al que dio un pase magnífico para dejarle solo frente a su compañero Kralj; y en el 60 cometió una tropelía intencionada para conquistar la segunda amarilla. El defensa del Lazio se perderá el Yugoslavia-Noruega del próximo domingo por sanción.
Visto lo visto, Boskov no tuvo más remedio que admitir al término del partido que sus jugadores habían afrontado el encuentro "muy relajados, sin ganas, pese a las advertencias en sentido contrario". Vujadin tuvo un lapsus: no subrayó si tales avisos se referían a la peligrosidad del fútbol esloveno o a sus enormes habilidades para el esquí, el tenis, el baloncesto o el balonmano. Lo que más que una sorpresa hubiera sido un castigo se quedó en un empate con aire de derrota, que Boskov sintetizó ayer así: "Un punto es un punto". Y fútbol es fútbol, no esquí, tenis, baloncesto o balonmano.
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