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EUROCOPA 2000

Sólo Hierro estuvo a la altura de su prestigio

La alineación presentada por Camacho fracasó como equipo y muy especialmente a título individual

Santiago Segurola

Más que por organización colectiva, el fracaso de la selección española fue a título individual Ninguna de los jugadores consiguió situarse en sus prestaciones habituales, y mucho menos con respecto al fútbol que habían desarrollado en la fase de clasificación y en los amistosos ante Italia y Brasil. Sólo Fernando Hierro emergió de la mediocridad general. - Molina. Protagonizó la jugada del partido con su clamoroso error en el despeje que generó el gol noruego. Tanto como querer atrapar el balón, el fallo estuvo en la falta de necesidad para acudir al pelotazo. Era una lucha para el central y el delantero. La consecuencia fue un gol que pasará a la historia de la fatalidad española. Hasta entonces había descolgado con eficacia los centros noruegos, pero había dado síntomas de nerviosismo en tres defectuosos despejes con el pie.

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Un fútbol hueco

- Míchel Salgado. Deficiente primera parte en el aspecto defensivo. Leyó mal algunos balones cruzados y dejó la puerta abierta a las incursiones por la izquierda. En el segundo tiempo tuvo el papel en el juego de ataque que le debería corresponder a Etxeberria. Más por tenaz que por claridad, consiguió enviar un par de centros peligrosos.

- Fernando Hierro. El único jugador que estuvo a la altura de su prestigio. Jugó con naturalidad y poderío. Siempre ganó en el juego aéreo. Volvió a demostrar que es indiscutible. Movió la pelota con seguridad, sin sentirse impresionado por el partido.

- Paco. Ganó algunos duelos con los delanteros noruegos y perdió otros. Ninguno de sus errores tuvo un carácter capital. Sin embargo, siempre se movió en el filo de la navaja, con varios despejes forzados en situaciones extremas, provocadas por problemas en el marcaje. Gravísimos problemas para sacar el balón.

- Aranzabal. Sólo a última hora se estiró y consiguió crear algún problema en la defensa noruega. Pero globalmente su partido fue decepcionante. Le faltó contundencia para defender y agresividad para atacar. Tampoco se asoció con los centrocampistas.

- Etxeberria. En su persona quedó retratado el fracaso del equipo. Nunca desbordó a su marcador. Nunca lo intentó. Tampoco ofreció una alternativa táctica en el juego de ataque. En lugar de abrirse en el costado, y en una zona profunda, acabó adentrándose en el carril del ocho, siempre de espaldas, sin capacidad para resolver a un toque.

- Guardiola. Dispuso de la pelota y apenas recibió el acoso de los centrocampistas noruegos. Sólo Bakke salía a taparle de vez en cuando. No consiguió transmitir rapidez al juego. Sus aperturas resultaron demasiado previsibles. Rara vez conectó con los extremos. Y peor todavía, tampoco lo consiguió con Raul, su socio natural.

- Valerón. Le superó el partido. No apareció en el primer tiempo. Ni ayudó a Guardiola en la distribución ni se incorporó como volante de enganche entre las líneas noruegas. En el segundo tiempo pareció algo más decidido, pero no logró quitarse la impresión durante todo el partido.

- Fran. Jugó tan agarrotado que alguna vez pareció sufrir un ataque de hiperventilación. No ofreció salida alguna por la banda izquierda, ni resultó preciso en los centros. Perdió varias veces el balón por malos controles o pases defectuosos, muchos de ellos sencillos. Nunca progresó por su lado.

- Raúl. Después de dos semanas de inactividad por lesión, actuó con mucha menos vitalidad de la acostumbrada. No se retrasó al medio campo para ayudar en el problema de la elaboración del juego. Sin embargo, y pese a estar a una distancia sideral de sus prestaciones habituales, fue el jugador más activo y ágil en el área.

- Urzaiz. En una ocasión ganó un salto y cabeceó con estilo un centro que obligó a una buena intervención del portero. Eso fue todo. Es decir, casi nada.

- Mendieta. Causó algunas dificultades a la defensa noruega por su facilidad para progresar entre líneas. Dio la sensación de merecer un puesto en el equipo titular: por juego, por su estado físico y por carácter.

- Alfonso. Tiró de la habilidad para descolocar a los poderosos defensas noruegos. Por lo menos existía la posibilidad de lo inesperado. Pero ingresó en el partido demasiado tarde. Era la clase de duelo que requería de un jugador como él. O eso pareció en el último cuarto de hora.

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